La Eucaristía es signo donde el Señor anticipa que Él mismo se hará Pan de Vida para alimentar a su pueblo.
La vocación en una comunidad y su carisma se va descubriendo en la medida que nos confrontamos con la opción por una comunidad.
Una muestra de amor, es signo de dar la vida, porque su amor supera cualquier límite e incluso cualquier sentimentalismo.
El Espíritu Santo es el motor de la Iglesia, es la promesa de Jesús que nos lleva a identificar el “tipo” de relaciones que tenemos entre los cristianos y de las relaciones humanas.
El Espíritu Santo es el motor de la Iglesia, es la promesa de Jesús que nos lleva a identificar el “tipo” de relaciones que tenemos entre los cristianos y de las relaciones humanas.
Aquí se comprende que la salvación es para los que perseveran hasta el final (la salvación como sinónimo de “reino de Dios”).
En todos los tiempos, los predicadores del Evangelio han tenido dificultades y han sufrido persecuciones y así ha sido a lo largo de la historia.
El evangelio de este segundo Domingo, nos presenta a Jesús resucitado, no es un fantasma, porque los vestigios son visibles, las llagas son muestra que está vivo.
La Iglesia nos ofrece la excelente oportunidad de celebrar los misterios de la salvación realizados por Cristo en los últimos días de su vida.
Estamos llegando a nuestro último Domingo de Cuaresma y al final de este tiempo de penitencia, ayuno y abstinencia como camino hacia la pascua, donde se celebra el misterio del Éxodo de Israel, que se cumple en el éxodo de Jesús «de este mundo al Padre» y se vive hoy en la Iglesia.