El evangelio de hoy nos da la expresión simbólica, del cordero de Dios, unida al que quita el pecado del mundo, indica que el Mesías, no es un libertador político.
Esta fiesta de la solemnidad es muy importante en el corazón de la Iglesia y el corazón de cada uno de nosotros, que somos cristianos-católicos convencidos que es la manifestación de Cristo a toda la humanidad.
La fiesta de hoy, la virgen María en el misterio de la salvación se exalta al ver al niño, contaron lo que se les había dicho.
Celebrar la Navidad es el acontecimiento más importante del inicio de nuestra fiestas, no es celebrar un simple nacimiento con cenas y reuniones familiares, sino festejar el acontecimiento más importante de la vida cristiana: la fiesta de la alegría.
El mensaje central es el anuncio del Señor como el Salvador y el Mesías esperado, como el centro y culmen de la revelación divina esperada desde el Antiguo Testamento, anunciado por los profetas y cumplido en el tiempo y espacio concreto.
Hoy es un motivo de regocijo porque los profetas nos muestran el camino de la alegría y esta es trasmitida en la esperanza de un pueblo que espera la venida del Mesías.
El sentido de la liturgia en este segundo domingo de Adviento es la invitación a la conversión.
Hoy, la lectura nos presenta a Jerusalén como el lugar de cita escatológica de todos los pueblos en todos los tiempos, como foco de luz, centro de salvación. A ella correrán las naciones deseando disfrutar de la dicha en la paz del Señor, que será el Rey de todos los pueblos.
En la primera parte del evangelio, Jesús anuncia la destrucción del templo como respuesta sobre la hermosura del mismo (de su construcción).
En la primera parte del evangelio, Jesús anuncia la destrucción del templo como respuesta sobre la hermosura del mismo (de su construcción).