Guías Homiléticas - CRISTO REY
2S 5, 1-3 / Sal 121, 1-2.4-5 / Col 1, 12-20 / Lc 23, 35-43Del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de Él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había también por encima de Él un letrero: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Jesús le dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Palabra del Señor.
CRISTO, REY DEL UNIVERSO EL REY NOS ABRAZA CON SU ENTREGA EN LA CRUZ, PARA SER SALVADOS
Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros. Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. Esta fiesta tan significativa con la que concluimos el Año, antes se celebraba el último domingo de octubre, desde el año 1925 en que la instituyó el papa Pío XI. Pero en la reforma de Pablo VI, el 1969, se trasladó, de muy buen acuerdo, al último domingo del año cristiano, el domingo 34 del Tiempo Ordinario.
David fue consagrado rey primeramente por la tribu de Judá, en Hebrón; más tarde consiguió, con buena diplomacia, ser reconocido rey por las tribus del norte de Israel favorables a la dinastía de Saúl.
Nosotros sabemos que esta realeza se cumple de un modo mucho más pleno y profundo en Cristo Jesús. Nos lo ha explicado con entusiasmo san Pablo, en el himno cristológico de la Carta a los colosenses: imagen de Dios, primogénito de todo el cosmos, cabeza de la Iglesia, el que tiene la plenitud de la vida. Nosotros nos alegramos de esta primacía de Cristo, porque nos toca de cerca: sabemos que Dios “nos ha trasladado al reino de su Hijo querido” y nos hace compartir con Él las riquezas de su luz y de su libertad.
Ante ese Rey que muere en la cruz, las reacciones de la gente son diversas: unos lo miran desde lejos con respeto y curiosidad, como lo presenta Lucas, otros han escapado por miedo, como muchos de sus seguidores, otros se burlan de Él, como nos lo dice el salmo 22, 8a: “Todos los que me ven de mí, se mofan”. Pero hay una persona que cree en Él: el buen ladrón, caso díficil de apreciar en este contexto tan extremo, el seguidor lo hace porque es favorable y positivo su seguimiento, pero ante esta circunstancia negativa, no es normal que una persona reconozca al rey que está siendo crucificado como un maleante y lo quiera seguir. Nosotros en la vida queremos seguir a un Jesús que nos da dulces espirituales, como lo dice san Juan Eudes, pero a un Jesús que muere como criminal pareciera absurdo, fuera de sí y de toda lógica humana; pero el seguimiento de Jesús para el ladrón tiene un sinsabor amargo con algo de triunfo en medio del sufrimiento, no solo son los deleites espirituales o cuando nos va bien, es cuando pasamos una prueba, una enfermedad o alguna situación complicada en la vida, allí cuando no tenemos salidas o se cierran las puertas siempre Jesús nos dice que Él es la salida para el hombre que tiene fe; pero el buen ladrón, intuye que ese que muere a su lado es alguien especial: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu reino” (23, 42). Lo interesante del texto es destacar que ha creído en Jesús como Rey, a pesar de que le está viendo como testigo de burlas, nos presenta un Jesús degradado y desangrado en un momento de mínima credibilidad, el buen ladron cree y nos enseña a creer, a pesar de ser ajusticiado en la cruz, él no pierde la esperanza, ni la oportunidad de salvarse. En esto consiste la gran enseñanza: la identidad de Jesús y la salvación en el Mesías salvador y ve su pronta liberación del hombre sufriente.
LA ÚLTIMA LECCIÓN DE JESÚS
Estamos ante un escena bella y recreada por el evangelista como uno de los momentos cumbres en el proceso del crecimiento en la fe, dejemos que el padre Fidel nos ilustre el contexto de esta escena: “Los discípulos han asistido a la última lección del Jesús terreno al pie de la cruz y no se relata ninguna reacción de ellos excepto el hecho de estar ahí. Pero no es una actitud meramente pasiva. De hecho, los discípulos han recibido una lección sobre: (1) el perdón del enemigo a la hora de la muerte (en el caso de retener 23, 34), (2) el soportar los insultos (23, 35-39), (3) el gesto misericordioso con el delincuente arrepentido que soporta la misma pena (23, 43), (4) la confianza total en el Padre en el momento oscuro de la muerte (23, 46). Aspectos todos que el discípulo es llamado a imitar” (Padre Fidel Oñoro, cjm).
Es interesante captar que las personas más criminales y los malhechores como el ladrón arrepentido, ven en Jesús la oportunidad única de encontrar su salvación, nadie tiene perdida en su vida esta bella oportunidad de gracia, eso es lo que ve el malhechor, se abre a la acción de Dios. Ve que Él reina de una manera diferente, sus palabras, su sufrimiento, su aceptación de la cruz y la muerte, abre una nueva manera de creer y ver su identidad. El criminal o malhechor abre la puerta de su corazón a la acción salvadora del Señor, que lo mira con bondad y ternura, y no lo juzga; lo salva desde el mismo sufrimiento injusto y más vil de todos los tiempos, un justo es condenado, oh feliz culpa… el buen ladrón abre el camino para los que han tomado malas decisiones en su vida y son víctimas de sus propios errores y fracasos en la vida. Dice que: nosotros somos justamente condenados por estas fallas, pero Jesús el Mesias, el Rey, es injustamente condenado, en Él no hay justificación para ser condenado en un madero en forma de cruz, esta misma moción es la que nosotros debemos apreciar para poder contemplar la cruz como signo de triunfo y victoria sobre el pecado y la muerte. Lo sorprendente es que el ladrón exprese así su fe, por lo que escucha de labios de Jesús lo que todos quisiéramos escuchar un día: "Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Oh feliz culpa que mereció tan grande redentor y salvador… lo canta el pregón en la gran noche de la vigilia pascual y nosotros lo cantamos junto al ladrón arrepentido, al pueblo contemplativo, cuando vemos la cruz que brilla en medio de las tinieblas del hombre de hoy, sumido en sus apegos personales e individualistas, al pecado y sus consecuencias de su alejamiento de Dios y apegado a lo material por encima de la persona y su dignidad; la cruz se levanta en el horizonte como un signo de victoria y triunfo sobre todo lo que oprime al hombre, ya no seguimos una religión de ritos o religiosidades apegadas a las leyes, sino cantamos el triunfo del amor sobre la muerte: “Nadie tiene amor mas grande que aquel que da la vida por nosotros en la cruz” (…). Los sentimientos de amor que Jesús tiene a su Padre y a su amabilisima voluntad. Ama tanto a su Padre que se sacrificó por su gloria y está listo todavía a sacrificarse millares de veces” (San Juan Eudes).
CAMINO SINODAL
EN LA HORA DIFÍCIL
Todo se me hace difícil en esta hora, mi Dios, la enfermedad se cebó en mí y parece que no hay salida posible. ¡Cuánto me cuesta mantener vivo el ánimo sin dejar que el pesimismo me envuelva por completo hasta en los gestos más pequeños con los que me expreso. Quiero vivir militantemente esta hora, pero me está costando mucho. Quiero dar testimonio de ti, Jesús, en esta hora, pero se hace por veces casi imposible. No sé para qué tanto mal y tanto sufrimiento, yo lo pongo en tus manos con la esperanza de que nada se pierda, nada de cuanto ahora lloro y sufro. No sé lo que durará toda esta lucha, yo pongo mis tiempos en tus manos también. Porque confío en ti y en el poder de vida que llevan contigo. Solidarizándome con todos los que están en aprietos por enfermedad, por opresión, por cualquier clase de pobreza y opresión. Me siento hermano de todos los pobres que sufren y con ellos me siento hijo tuyo, y con ellos aguardo en cada momento la hora de mi liberación (PpluC33).
Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm
Sacerdote Eudista
Encuentra nuestros libros recomendados en:
ÚNETE A NUESTRA LISTA
Suscríbase a nuestra lista de correo y reciba todas las actualizaciones en su bandeja de entrada de correo electrónico.
Thank you for subscribing.
Dirección de correo electrónico no válida
Respetamos su privacidad y nos tomamos muy en serio su protección.
Deja una respuesta