Hoy es un motivo de regocijo porque los profetas nos muestran el camino de la alegría y esta es trasmitida en la esperanza de un pueblo que espera la venida del Mesías.
El sentido de la liturgia en este segundo domingo de Adviento es la invitación a la conversión.
Hoy, la lectura nos presenta a Jerusalén como el lugar de cita escatológica de todos los pueblos en todos los tiempos, como foco de luz, centro de salvación. A ella correrán las naciones deseando disfrutar de la dicha en la paz del Señor, que será el Rey de todos los pueblos.
En la primera parte del evangelio, Jesús anuncia la destrucción del templo como respuesta sobre la hermosura del mismo (de su construcción).
En la primera parte del evangelio, Jesús anuncia la destrucción del templo como respuesta sobre la hermosura del mismo (de su construcción).
Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Quiere decir que Dios es vida, no muerte; todo lo relacionado con la muerte no es de Dios, porque Dios es vida que se revela en Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.
Dios actúa en la historia con “inmenso poder”, porque Dios ama a todos los seres en la tierra, este pasaje nos invita a reflexionar sobre la acción de Dios en nuestra historia, siendo el perdón uno de los temas más importantes del libro de la sabiduría. El Señor corrige con amor: “corriges poco a poco a los que caen” (Sb 12,2).
El evangelio de San Lucas relata un episodio en el camino de Jesús hacia Jerusalén: El texto del Evangelio consiste en una parábola, con su respectiva introducción, y una breve conclusión final. Una vez más nos encontramos con una parábola que solamente Lucas recogió de la tradición anterior.
El significado y el sentido de la oración cristiana se caracteriza porque sale de una persona que no es autosuficiente, que no está por encima de los demás, que no tiene poder ni dinero.
Hacer memoria que Jesús es el hijo de David significa recordar que Dios es fiel a su alianza y que está ligado a la historia del pueblo de Dios.