La gente que oía su testimonio se convertía. Las persecuciones confirmaban su fe y su decisión de seguir anunciando el Evangelio.
La frase central de hoy es: «Convertíos, porque el Reino de Dios está cerca».
El evangelio de hoy nos da la expresión simbólica, del cordero de Dios, unida al que quita el pecado del mundo, indica que el Mesías, no es un libertador político.
Esta fiesta de la solemnidad es muy importante en el corazón de la Iglesia y el corazón de cada uno de nosotros, que somos cristianos-católicos convencidos que es la manifestación de Cristo a toda la humanidad.
La fiesta de hoy, la virgen María en el misterio de la salvación se exalta al ver al niño, contaron lo que se les había dicho.
Aquí se comprende que la salvación es para los que perseveran hasta el final (la salvación como sinónimo de “reino de Dios”).
En todos los tiempos, los predicadores del Evangelio han tenido dificultades y han sufrido persecuciones y así ha sido a lo largo de la historia.
El evangelio de este segundo Domingo, nos presenta a Jesús resucitado, no es un fantasma, porque los vestigios son visibles, las llagas son muestra que está vivo.
La Iglesia nos ofrece la excelente oportunidad de celebrar los misterios de la salvación realizados por Cristo en los últimos días de su vida.
Estamos llegando a nuestro último Domingo de Cuaresma y al final de este tiempo de penitencia, ayuno y abstinencia como camino hacia la pascua, donde se celebra el misterio del Éxodo de Israel, que se cumple en el éxodo de Jesús «de este mundo al Padre» y se vive hoy en la Iglesia.