Guías Homiléticas - CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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29 ENERO

Del santo Evangelio según san  Mateo 5, 1-12

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Palabra del Señor.

EL CORAZÓN DE LA IGLESIA SON LAS BIENAVENTURANZAS

Sofonías desarrolló su ministerio en el reino de Judá, en el periodo anterior al destierro (640-630). En este texto encontramos un ofrecimiento del Señor: solo los pobres llegan a ser humildes, esto es posible, porque pueden acoger el plan de redención, admiten en su vida la necesidad de Dios. Frente a los soberbios que son arrogantes, prepotentes y se creen mejores que los demás. Los anawin –los pobres de Yahvé– no se trata de una reflexión sobre una clase sociológica, sino que se hace referencia a la base de la restauración de aquellos que quieren seguir los caminos del Señor, que guardan sus mandamientos y que su vida solo depende completamente de Dios; esto aconteció después del destierro o del exilio de Israel. Ellos conservarán por tradición su identidad de pueblo y su piedad sincera, la sumisión al Señor y su paciente espera en medio de las dificultades por sobrevivir.

Pablo recuerda que delante de Dios ningún hombre puede confiar en sus propios méritos. Entre las peculiaridades de la elección divina, Dios elige a aquellos que en el mundo no son nada, para avergonzar a los fuertes. Evidentemente que Dios no renuncia a la inteligencia y a la habilidad organizativa. Sin embargo, el hombre ha de reconocer honestamente los propios límites, cuando está en juego la causa de Jesús. En últimas el Evangelio tiene su fuerza en Cristo quien actúa con su poder no solamente en las comunidades de Corinto, sino en toda su Iglesia

Las ocho puertas de entrada al Reino (o 9, contando la última como bienaventuranza, pero es continuación de la octava, pero en función de pares y exactitud tomamos las ocho (8) para diferenciarlas de san Lucas que toma 4 bienaventuranzas y 4 desdichas o maldiciones). Jesús expone en las bienaventuranzas la forma de vida que espera y exige de sus seguidores. Es una síntesis programática de la vida que se lleva en contraste con la que se espera.  

LA CARTA MAGNA O LAS BIENAVENTURANZAS

Hoy en día, se habla del proyecto de vida, de un programa de vida, de una misión, de objetivos y metas en la vida, en fin de una planeación estratégica o también se habla de una vida con propósito, del sentido de la vida que muchas veces está en lo que hacemos y no en el ser, incluso de la pérdida del sentido de la vida de muchas personas, porque estamos apegados a las personas, a la misma vida y a lo material, porque hemos perdido la esencia y nos cuesta dejarnos sorprender por Dios, la felicidad no está en las cosas superfluas o pasajeras. El verdadero camino de la felicidad lo encontramos en el ser de Dios o en el “modo” de ser de Dios, esto es en el discurso de la montaña que anuncia el Reino de Dios, es la Carta Magna, el el núcleo del evangelio y el programa de vida para todos los seguidores de Jesús. Es el programa de la felicidad según Jesús, confiarnos totalmente a Dios, esa felicidad que no acaba nunca. Dichosos los que cumplen estos preceptos, porque entrarán por la puerta de acceso al Reino de Dios.

Busquemos el texto, algunas personas lo aprenden de memoria, otras lo leen varias veces para poder sacar el máximo provecho que llena de sentido toda nuestra existencia. Las bienaventuranzas constituyen la solemne apertura del Sermón de la Montaña. Es la forma de decirnos: si quieres ser feliz sigue las bienaventuranzas y vivirás la verdadera felicidad. Se va a entregar la recompensa, ya no la tierra prometida como Moisés, sino a las personas concretas: pobres, afligidos… ellos son los que reciben la felicidad eterna, porque viven según el criterio del evangelio y no según el criterio del mundo. En ellas Jesús, como nuevo Moisés, define quién puede entrar en el Reino.

Son ocho puertas de entrada al Reino de justicia y amor que Jesús nos vino a traer. Es el modo y actuar de Dios. ¡No hay otra puerta para entrar en el Reino, en la Comunidad! Los que desean formar parte del Reino deberán identificarse con una de estas categorías o grupos.

La 1ª y 8ª categorías representan el punto de partida y punto de llegada del caminar cristiano de un verdadero creyente (los pobres y los perseguidos por la justicia) reciben la misma promesa del Reino de Dios. Y la reciben desde ahora, puesto que Jesús dice “ de ellos es el Reino de los Cielos”. Dice el Padre Diego Jaramillo, cjm “Yo no concibo un cristiano, un eudista que tenga alergia a los pobres”. Para expresarnos que los pobres se encuentran en el corazón de la Iglesia y de las obras que hacemos a diario, ayudar a un pobre es ver en ellos el rostro de Cristo y ayudar al mismo Cristo.

Entre la 1ª y la 8ª categorías, hay otros que reciben una promesa que debe realizarse en el futuro. En estas seis promesas aparece un nuevo proyecto.

Es el proyecto del Reino, que quiere reconstruir la vida en su totalidad: en relación con los bienes materiales, con las personas y con Dios.

La comunidad cristiana, pobre y perseguida, es ya una muestra del Reino. ¡Su simiente! Podemos decir las “Semillas del Verbo”, frase acuñada por los padres de la Iglesia para hablarnos de las semillas de Reino de Dios en cada corazón de cada hombre de buena voluntad que ha permitido a lo largo de la historia anunciar el Evangelio a todas las personas y que sea más efectivo ese anuncio, el Reino está en cada corazón como semilla, esperando ser anunciado por alguien para generar ese verdadero cambio del corazón del hombre, es el nuevo orden, aquel que surge del plan de Dios. En contraste con las apariencias externas que no llenan, que no satisfacen el deseo infinito del hombre. Es la práctica evangelizadora que permite que se transforme en cada corazón y se actualice en cada generación.

OCHO REALIDADES Y OCHO PROMESAS

Las ocho realidades, las ocho categorías, las ocho promesas… “Ocho regalos de Cristo” para entrar en la dimensión comunitaria y eclesial, estamos ente el proyecto del Reino que no es solo de normas, leyes o cosas humanas… sino que traspasa toda realidad y nos dice que lo único que nos hace felices en Jesús es la medida en que vivimos acorde con sus bienaventuranzas, la cuestión no es simplemente repetirlas en nuestros discursos de este Domingo, sino en relación a nuestra vivencia, ir memorizándolas hasta que las asumamos en nuestro proyecto de vida.

SER TESTIGO

La gente que oía su testimonio se convertía. Las persecuciones confirmaban su fe y su decisión de seguir anunciando el Evangelio. Está surgiendo, pues, una nueva comunidad de hombres y mujeres que vivían como hermanos y unánimes en la oración, solidarios en el día a día, pues compartían todo, alegres por el Evangelio. Estaban convencidos de estar inaugurando los tiempos nuevos prometidos por Jesús. 

a.) Jesús es testigo de Dios

No es por sus sufrimientos y su muerte, sino por la verdadera libertad, esto es ese deseo profundo del Padre actuando en Jesús que es una acción liberadora que mueve su vida, por la entrega total al reino de Dios y a su justicia. Hasta dar la vida: “Nadie tiene amor más grande que Aquel que entrega su vida por nosotros” (Jn 15, 13ss). Por la entrega total al Reino de Dios y a su justicia, por su amor absoluto al Padre y por el propósito de redimir radicalmente al hombre, las bienaventuranzas son el amor de Dios desbordante de toda entrega y justicia.

b.) Es testigo de la verdad o del Reino

Ya que Jesús no es testigo de sí mismo, ni de Dios a secas, ni de la Iglesia. Es testigo del “Reinado de Dios” o de la vida plena. Siendo así, testigo veraz del Reino de Dios porque es Palabra de vida que testimonia la vida o la palabra de verdad que testimonia la verdad.

c.) Es testigo fiel

Ante un juicio en el que es juzgado y que al mismo tiempo nos juzga, ya que el reo se convierte en juez.

d.) Es testigo consciente de su misión en el mundo

Por ser testigo total es Él el servidor sufriente, el justo perseguido y el profeta asesinado. Su muerte es el supremo martirio o testimonio, consecuencia de su tenor de vida, pero es una muerte donada a favor de la vida, es perdón y reconciliación, es entrada en la resurrección.

A este sermón (bienaventuranzas) se la llama la Carta Magna, teniendo en cuenta que en el Antiguo Testamento Moisés presentó los mandamientos en el monte Sinaí, ahora Jesús como nuevo Moisés, en un monte expone el Sermón de la montaña, que es la puerta de entrada al Reino de Dios con las bienaventuranzas y el programa de todos los seguidores de Jesús: ser testigos de Jesús en medio de nuestras realidades actuales, las bienaventuranzas son un programa de vida que contrasta con los criterios del mundo, esto gira entorno a la propuesta de Jesús: “No te pido que los saques del mundo sino que los preserves del mal” (Jn 17,15). “Jesús nos da su corazón para suplir la pobreza de nuestro amor” (San Juan Eudes).

Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm

Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm

Sacerdote Eudista

 

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