Guías Homiléticas - III Domingo de Adviento
Is 35, 1-6a.10 / Sal 145, 7.8-9a.9bc-10 / St 5, 7-10 / Mt 11, 2-11Del santo Evangelio según san Mateo 11, 2-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús les respondió: “Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!”. Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salieron ustedes a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salieron a ver, un hombre vestido con lujo? Miren, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salieron?, ¿a ver a un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti. “En verdad les digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”..
Palabra del Señor.
BIENVENIDOS AL CAMINO DE LA ALEGRÍA EN EL TIEMPO DE ADVIENTO
Hoy es un motivo de regocijo porque los profetas nos muestran el camino de la alegría y esta es trasmitida en la esperanza de un pueblo que espera la venida del Mesías:
- Esta es una alegría cósmica: el mundo entero se transfigura al paso de los elegidos, de los rescatados de Dios.
- Esta es una alegría personal, que se expresa en la presencia y acción de Dios, que viene y realiza su obra.
- Es una alegría que se expande y manifiesta en forma de curación de los enfermos
Juan fue el guía carismático de un movimiento de corte popular, que convocó al pueblo de Israel en el desierto para anunciar la cercanía del juicio de Dios. Hoy la lectura nos sitúa en relación con el Mesías esperado y el real, pareciera que no coincide. Esto seguramente se debe a que está en la cárcel, imaginemos que nosotros estuviéramos en su lugar, ¿qué sentimientos tendríamos? ¿Nos preguntaríamos por las causas y consecuencias, tratando de llegar al meollo del asunto? ¿Valdría la pena dar la vida por el Mesías esperado que también está a punto de ser prisionero?
Recordemos los signos que nos presenta Mateo en referencia a Juan el Bautista y su anuncio del Mesías y su reino:
- Juicio de Fuego.
- Una voz que “clama” en el desierto.
- Vestido de piel de camello.
- Cinturón: personas de alta dignidad.
- Comida de langostas y miel silvestre: comida sencilla, típica de un vegetariano.
- Conviértanse y cambien de vida.
- No soy digno de desatarle la correa de las sandalias.
- Yo bautizo con agua.
- Bautizo en Espíritu y fuego del Mesías
- Separar el trigo y la paja
Estos diez signos son con respecto al primero, el juicio de fuego, pero como no se “ve” nada extraordinario en la persona de Jesús, entonces se pregunta Juan el Bautista si es realmente el Mesías o se debe esperar a otro. Analicemos detenidamente, Juan el Bautista en la cárcel, toda su vida su predicación fue sobre el Mesías y su reino, anunció los diez signos que en el fondo son signos de conversión (como metanoía: cambia tu forma de actuar para que cambie tu manera de pensar). Pero ahora estamos ante la presencia del Mesías “real”, dónde está el juicio de fuego, dónde ha quedado su separación del trigo y la paja… pero coincide.
La profunda crisis que afronta Juan el Bautista, sobre la identidad y misión de Jesús. Mateo organiza sus relatos para poner de manifiesto su carácter de buena Noticia para los cristianos de todos los tiempos. Se nos presentan diferentes opiniones sobre Jesús. Comienza con las preguntas de los enviados de Juan (Mt 11, 3); los maestros de la ley y fariseos (Mt 12, 24)... solo los pequeños son capaces de acoger la revelación del Padre (Mt 11, 25). Mateo dedica especial atención a Juan, y tiene interés en presentarlo como el precursor de Jesús, íntimamente unido a Él (Mt 3, 1-17).
En el fondo los discípulos observan es un profundo llamado de atención, porque se ve cómo el uno y el otro corresponden en la misión última del Mesías: los discípulos de Juan van desde la cárcel enviados por su maestro a donde está Jesús, Él les responde con el envío: “Vayan y digan”. El encarcelamiento de Juan (2) había coincidido con el comienzo de la misión de Jesús (Mt 4, 12). Juan “ha preparado el camino al Señor” (evangelio del pasado domingo: Mt 3, 1-12). Ahora, con Jesús, se manifiesta que “el Reino” (11) ya está aquí (Mt 12, 28). Estamos ante un resumen de la actividad de Jesús (5) que puede recordar a los israelitas los diversos anuncios del profeta Isaías (Is 26, 19; 29, 18; 35, 5-6; 61, 1). Lo que ven hacer y oyen decir a Jesús es el cumplimiento de los anuncios mesiánicos de los profetas desde el A.T. hasta el N.T., por eso hoy se convierte en un importante anuncio de Jesús sobre la figura de Juan el Bautista, hace ocho días fue lo contrario: Juan sobre Jesús. a) El martirio, el destino de Juan el Bautista, es el mismo que el de Jesús en últimas, al igual que a los profetas en el A.T. y en el N.T., a sus discípulos, después de su resurrección. Encontramos a Juan el Bautista que es el enlace entre el A.T. y el N.T., es la puerta de entrada al N.T., como dirían los padres de la Iglesia sobre Juan el Bautista como precursor antes de Jesús, el heraldo –que anuncia–, que muestra el camino, pero no es el camino. Todo lleva a Jesús como el verdadero maestro que nos muestra sus obras. La actuación pública de Jesús no parece responder a las expectativas de Juan el Bautista. Este espera al Mesías-juez que, de forma inmediata, aplique el castigo merecido (Mt 3,1-12). Eso explica que Juan quiera saber si Jesús es el Mesías. A pesar de sus cadenas se acerca: quiere conocer, profundizar en la persona, en lo que dice y hace. Jesús remite a sus obras con citas de Isaías (ls 35, 5-6; 29, 18; 26, 19; 42, 18; 61, 1) que hablan de salvar y dar buenas noticias. Las obras son signos visibles de la mesianidad de Jesús. Incluso empieza a cumplirse la palabra “los perseguirán en medio de lobos” (Mt 10, 16). Existen dos puntos de reflexión para nosotros hoy: Sobre su identidad: la pregunta fundamental es: ¿quién eres tú? Para nuestras vidas… (explicado más adelante, en el b) Sobre los riesgos de su misión en medio de lobos, no importan los fracasos, las humillaciones, las críticas, todos los riesgos que debemos soportar por el mensaje de Jesús (explicado más adelante, en el c). La identidad de Jesús ¿eres el que ha de venir o debemos esperar a otro? El Mesías no se hace esperar, comienza por sus obras, ¿quieres conocer quién es Jesús? Mira las obras. Son las que nos muestran claramente quién es Jesús, el Hijo de Dios, son seis obras: curación de ciegos y cojos, curación de leprosos y sordos, resurrección de muertos y anuncio del “evangelio” a los pobres (3x2=6). Lo importante es “ver” las obras que dicen quién es el Mesías. c) La misión de Jesús, como ya vimos, su identidad tiene que ver con las obras que todas son misioneras, no era como Juan lo anuncia, sino como Dios lo hace y lo da a conocer a través de su Hijo, que siempre es incierto, Dios actúa como Él quiere, lo hace de una manera humilde, sencilla y eficaz, en estas características coincide con la figura del último de los profetas Juan el Bautista. Conclusión “No ha nacido de mujer uno más grande que Juan” contrasta con “el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él”. Lo nuevo supera todo lo anterior. Los que han entrado en el reino a través del seguimiento de Jesús son más que él. El reinado de Dios, que hace presente Jesús, supera al Antiguo Testamento. En últimas la nueva alianza y definitiva ya está en Jesús, La nueva alianza de Dios con su pueblo es representada por los “pequeños” con los que actúa Jesús (11). La antigua alianza es representada por Juan. Con Jesús, el pobre entre los pobres (4-5), ha llegado al mundo el Reino de Dios (Mt 12, 28). Los “más pequeños” que acogen el Reino (11) se convierten en testigos vivos del Reino que ya está aquí (Mt 12, 28). Y estos “más pequeños”, al acoger el Reino acogen la misma vida de Dios: “¡Feliz aquel quien no me rechace!” (6). Por esto son “más grandes” (11), son “felices-dichosos” (Mt 5, 3-12).
La opción por los pobres, por los últimos, por los que no cuentan en la sociedad: pobres marginados, pobres excluidos de toda posibilidad, pobres sin trabajo, pobres por no tener posibilidades de tener un seguro de vida, ni prestaciones sociales, ni salud... no pueden pagar el pan diario, sufren en las ciudades por no tener recursos, les toca vivir o mejor sobrevivir en murallas de piedra y corazones que no “ven ni oyen” su clamor, que es el clamor de Dios en medio de nuestra sociedad, sucia por el dinero falso y la “compra” de conciencias. Es una bendición servir, amar y dejar que los pobres y los pequeños, los niños y las viudas, los huérfanos y los necesitados se acerquen al Señor y los pastores que les den lo que han recibido del Señor con una mano generosa y no mezquina porque el reino ya está aquí, es la novedad del reino de Dios en medio de nosotros, Dios los bendiga este día.
Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm
Sacerdote Eudista
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