Guías Homiléticas - IV Domingo de Adviento
Is 7, 10-14 / Sal 23, 1-2.3-4ab. 5-6 / Rm 1, 1-7 / Mt 1, 18-24Del santo Evangelio según san Mateo 1, 18-24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: Miren: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Palabra del Señor.
EL SEÑOR ENTRA EN LA HISTORIA DE NUESTRA HUMANIDAD
Este es el mensaje central: Isaías va al encuentro del rey Ajaz (año 735 a.C.), para tranquilizar sus inquietudes ante la guerra que le quieren declarar los reyes de Aram, esto requiere tener puesta su fe solo en Yahvé. El profeta Isaías, hace una invitación, no poner en duda el poder del Señor, a no temer por nada que se presente y a poner su mirada en el Señor. El profeta le dice a Ajaz que el Señor cumple sus promesas y no pondrá en peligro la descendencia de su reino davídico, para que no pierda el trono de Judá.
El mensaje central es el anuncio del Señor como el Salvador y el Mesías esperado, como el centro y culmen de la revelación divina esperada desde el Antiguo Testamento, anunciado por los profetas y cumplido en el tiempo y espacio concreto. Después de la Pascua, a este fundamento teológico, los apóstoles añadirán el cristológico: la resurrección de Cristo de la muerte. Sobre ella funda el apóstol la fe en la resurrección de la carne y en la vida eterna: “Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan?…Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos” (1Co 15, 12.20).
Va a entrar el Señor en la historia, la encarnación, como misterio central de este día, nos invita a mirar a María, como el arca de la alianza, entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, ya la historia nos marca el inicio de algo nuevo: el Emmanuel “Dios con nosotros”, su llegada es inminente, saltemos de gozo y alegrémonos por la venida del Salvador esperado.
María, quedó esperando un niño por obra y gracia del Espíritu Santo, ella es la llena de gracia, en ella se cumple el designo amoroso de la historia, la relación de Dios con su pueblo, la promesa se hace carne, se hace historia, Dios se encarna en la historia. El Hijo de Dios se ha hecho hombre, es la prueba más grande del amor del Padre-Dios.
José no pone en cuestión ni duda su papel, lo que quiere decir que es virtuoso ante la virgen María, y tampoco duda de la integridad de la virgen María, no duda de su virtud y sabe por conocimiento, que la concepción fue por obra y gracia del Espíritu Santo, que es una concepción virginal de su prometida y que el ángel le confirma que es por el Espíritu Santo, que la acción del Señor se ha obrado en la historia del hombre, es el misterio de la encarnación, antes que Jesús fuera engendrado en el vientre de la virgen María, ya ella lo había concebido en su corazón. La llamada y la misión de José, es lo mismo que la de María en Lc 1, 26- 38, donde se narra la vocación y misión de María.
Los dos nombres que recibe Jesús también vienen de Dios. El primero, “Jesús” (21), lo propone el ángel, el mensajero (el nombre indica la misión: Él salvará a su pueblo, su acción abrirá a una nueva experiencia de salvación de Dios). El segundo, “Emmanuel” (23), viene de la Escritura, de la Palabra de Dios (Is 7, 14), el “Dios con nosotros” (se repite varias veces: donde dos o más estén reunidos en mi nombre yo estaré con ustedes (Mt 18, 20; Mt 28, 20). Pero todo el Evangelio -Palabras y Acciones de Jesús- dan testimonio de esto: “Dios-es-con-nosotros”.
- - Jesús no es un príncipe que salvará al pueblo de Israel de los asirios.
- Jesús no es Emmanuel como pudo serlo el rey Ezequías o David o Moisés.
- Jesús es el Hijo, el hombre lleno de la plenitud de Espíritu, en el que Dios se hace visible.
Por eso es importante leer todo el Antiguo Testamento desde Jesús, y no al revés. El AT es admirable en muchas cosas. Y es incompleto en casi todas. La revelación de Dios ha sido progresiva. Israel ha ido entendiendo a Dios poquito a poco, y ha dejado en la Biblia un impresionante testimonio, una crónica de su descubrimiento de Dios. En fin, ni a José ni a los contemporáneos de Jesús (Mt 9, 34; 11, 19; 12, 14.24.38; 13, 57-58; 14, 28; 16, 22-23; 26, 63-65; 27, 39-44), ni a nosotros nos es fácil aceptar que un hombre concreto sea el mismo Dios… Que Dios se hace carne humana en el nombre histórico Jesús de Nazaret. Se necesita un corazón pobre para que Dios nos lo revele (Mt 11, 25; 16, 17). José, con corazón de pobre, es obediente a la fe.
La palabras del papa Francisco hoy nos deben cuestionar: “La Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia”(Francisco, catequesis del 19 de diciembre de 2018), todos nosotros hoy debemos pedirle al Señor que nos libere de ese mal que aqueja a muchas personas, la prepotencia o creernos mejores que los demás, el Señor hace una obra maravilosa en cada uno de nosotros, Él nos acoge y su plan siempre nos dice hacia dónde dirigir nuestra vida. Tengo la plena seguridad que él siempre quiere lo mejor para nosotros, por eso nos presenta a su ángeles que nos ayudan a superar las dificultades y nos llevan hacía donde las personas nos necesitan, no donde queremos, porque Él nos desacomoda, nos desinstala de nuestros apegos y nos descentra para ser libres como la virgen María.
Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm
Sacerdote Eudista
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