Guías Homiléticas
 27 Febrero / OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
/ Si 27, 4-7 / Sal 91, 2-3.13-14.15-16 / 1Co 15, 54-58 / Lc 6, 39-45 
Del Evangelio según san Lucas  

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, déjame que te saque la mota del ojo’, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca”.       

Palabra del Señor

En la primera lectura, recogemos el escrito del judío piadoso Ben Sirá (hijo de Sirá), es la sabiduría de la cultura del pueblo de Israel, donde se manifiesta su personalidad en los actos externos, en lo que hacemos, en lo que pensamos y decimos, en las decisiones que tomamos todos los días. El sabio no solo se comporta o hace las cosas bien, el sabio advierte los peligros, el sabio es el que toma de manera clara y nítida de hallarse ante la presencia de Dios, infinito, santo y perfecto con el hombre. ¿Quién es sabio? Es un consejero que quiere convencer por la evidencia de su habilidad para ver y discernir lo que hay que hacer. (Cfr 2 S 17, 1-4). Antes de entusiasmarnos por algo o por alguien, hay que discernir sus valores.  

Si Cristo resucitó, también nosotros resucitaremos resucitaremos con Él. Esta es nuestra fe, nuestra convicción segura basada en la resurrección de Cristo. Esto es la muerte no es lo último, no tiene la última palabra sobre la vida. “Solo para el que no tiene fe es lo último que verá si acaso se ve con Él” (Pbro. José Manuel Díaz). Para nosotros la fe es la esperanza, la certeza del misterio de la resurrección.

Este evangelio de hoy, es un discurso sencillo, pareciera que habían muchos dichos populares, 

Algunos autores llaman mini-parábolas, lo cierto es que ser cristiano no puede ser una camisa de fuerza, no puede ser una obligación.

1. Un guía: ningún ciego puede guiar a otro ciego. Lo que para san Mateo es hipocresía, que en el fondo ellos no nos buenos, para san Lucas la conversión es para todos los cristianos e incluso la relación de cristianos entre sí. Esta aplicación de entre hermanos, es para cuestionarnos sobre la verdadera intención del mejorar las relaciones, para ser buenos no debemos obligar a nadie, cada uno es bueno por convicción propia, a nadie se le obliga a ser bueno.

2.  El seguimiento debe ser fiel. San Lucas, hace la invitación a ser fiel del único maestro, Jesús. “¿cómo es que ves la basura en el ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que hay en el tuyo?”. La paja es la referencia a una pequeña brizna que puede caer en el ojo, es lago insignificante, no hace daño al ojo, es algo pasajero y volátil. A cualquiera le puede pasar, porque no afecta nada. Pero la viga enorme que lleva en el ojo, se refiera al entorno, al contexto, a lo que gira entorno al cristianismo. Supera el texto la discriminación al fariseísmo, ahora el discurso se dirige directamente a los amigos y cercanos a Jesús, esto es, cuestiona la vivencia fraterna, la vivencia comunitaria, como debería ser: no juzgar, no condenar, no cuestionar… las relaciones se viven con naturalidad, nada es a la fuerza.

Un hermano quiere corregir al otro, casi que obligándolo a ser bueno, pero en el fondo él no es bueno. Porque lleva esa viga enorme que impide ver con claridad la realidad, le impide ver lo que lo rodea, está ciego. Es el cristianismo que quiere exigirle al otro. Cuando expulsemos este vicio de andar sacando el mal ajeno, tendremos paz en el corazón. Esto nos quiere decir el texto en el día de hoy, hipócrita, primero saquemos la viga que no nos deja ver de nuestro propio ojo y luego saquemos la paja que ahí en el ojo del hermano. Solamente así, veremos con claridad la realidad, el entorno y así somos ecuánimes e intachables.

3. ¿Cuál es el fruto?

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno. Este texto se refiere a la conducta diaria de los discípulos de Jesús. A diferencia de Mateo, que quiere discernir los falsos profetas de los buenos, aquí san Lucas se dirige a todos los cristianos, esto es toda la comunidad, un buen seguidor de Jesús se distingue por sus frutos. Este es el verdadero criterio para “ver” la realidad, para discernir la verdad.

AÑO JUBILAR DEL CORAZÓN DE JESÚS

Del corazón nacen las cosas buenas, de donde salen los frutos de nuestra vida, “el hombre saca el bien del bien tesoro de su corazón…Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. El corazón es la fuente, si es bueno es el manantial de agua saludable y rica, diría san Juan Eudes, el corazón es el centro y la totalidad del hombre:

“Jesús nos da su corazón que es el principio y origen de todos sus demás dones”

“Adora y contempla a nuestro Salvador en el exceso de su bondad y en los generosos dones de su amor. Nos da el ser y la vida, nos da este mundo inmenso lleno de una multitud de seres; nos da sus ángeles como protectores; nos da a su santa Madre; los sacramentos y misterios que nos salvan y santifican. Nos da a su eterno Padre como nuestro Padre verdadero; su Espíritu Santo como nuestra luz y nuestro guía.

Nos da sus pensamientos, palabras, acciones y misterios, sus sufrimientos, su vida consagrada a nuestro bien.

Nos da su propio Corazón que es el principio y origen de todos estos dones.

………………….

Ofrezcámosle y entreguémosle nuestro corazón, como Él nos ha entregado el suyo; totalmente y sin reservas, para  siempre y en forma irrevocable.

Pero sobre todo, ofrezcámosle su propio Corazón, porque si nos lo ha dado, nos pertenece y no podríamos ofrecerle nada que le sea más grato.(Leccionario eudista (adaptación) n.44 pp122-123).

Te saludamos Corazón santo, te adoramos,

 te alabamos, te glorificamos, te damos gracias,

te amamos, con todo nuestro corazón,

con toda nuestra alma,

con todas nuestras fuerzas.

 

Te ofrecemos nuestro corazón,

Te lo entregamos, te lo consagramos.

Recíbelo y poséelo todo entero.

Purifícalo, ilumínalo,

Santifícalo.

En él viva y reine, por los siglos de los siglos.

Amén.” (san Juan Eudes)

Himno al Corazón de Jesús

Exultemos gozosos,
entonando los divinos elogios del Corazón de Jesús.
Es este día sacrosanto
en el que alabamos
las entrañas adorables del Padre

Que todos los corazones amen al Corazón del Salvador,
Fuente de dulzuras y de amor.
Toda lengua cante
Al Corazón dichoso del soberano Rey,
Corazón y vida de la nueva ley.

Que la alabanza sea plena, sea inmensa, sea perenne,
Encendida en cordiales ardores.
Lo alabe y lo cante el orbe entero;
Con todo el vigor de su cuerpo y de su espíritu, lo honre y lo ame.

Bocas, manos, sentidos, brío, la fe viva, el amor puro,
A una voz celebren el divino Corazón.
Los corazones, las voces y los hechos encendidos en divinas llamas
Pregonen este Corazón de amor

¡Corazón admirable del Redentor,
que unes la tierra a los cielos,
espejo de unidad!

Dignísimo trono de la Trinidad, plenitud de la Deidad,
Milagro de amor.
Evangelio de amor, incendio del corazón puro,
Infinita gloria de Dios.

Néctar tonificante del Cielo,
Maná deificante del Corazón, amor y alegría.
Amparo sagrado del clero,
Guía benigna de los corazones,
Encamina nuestros amores.

Fuente de eterna piedad, hoguera ardiente de caridad,
Devora en tus llamas los corazones.
Dorada mansión del amor,
Torre llameante de los que aman,
Ley de fuego de nuestra comunidad,
Fuente perenne de gracia.

Corazón, tesoro de santidad,
Abismo de humildad,
Trono de la voluntad divina,
Centro de la misericordia.

Paraíso de los santos,
Consolador de los afligidos,
Paz y salvación del pecador,
Corazón hecho todo para todos.

¡Oh Corazón, cautivador de corazones,
que ardes en amor de las almas,
atrae con tu Corazón,
todos los espíritus y los corazones!

Corazón, bondad suprema,
Liberalidad inmensa,
Caridad incomprensible,
Felicidad auténtica del corazón,
Sé tú nuestro Corazón.

Concédenos imitar con nuestra vida,
La ardiente caridad de tu Corazón,
Tu divina piedad,
Y tu infinita santidad.

¡Trinidad beatísima!
Amor del Corazón de Jesús,
Sean inmensas las ternuras,
Inmensos los favores,
Eterna la gloria.
Y todos griten: Amén, Amén, Alleluia.

HACIA EL CAMINO SINODAL

Todo el Reino de Jesús reposa, según San Juan Eudes, sobre la vida del cristiano es la continuación de la vida de Jesús en la tierra, misterio que se hace posible por la presencia de la gracia en el alma del bautizado.  En el misterio de la encarnación acontece la vida de Jesús en cada bautizado: “Nuestro Señor tiene el proyecto de consumar en nosotros el misterio de su Encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose y como encarnándose dentro de nosotros y comenzar a vivir en nuestras almas, por los santos sacramentos del Bautismo y de la divina Eucaristía, y haciéndonos vivir una vida espiritual e interior, que esté escondida con Él en Dios”. (Le Royaume.1.311-312). San Juan Eudes pues, es un maestro de la renuncia: «No nos pertenecemos a nosotros mismos (1 Co 6, 19) sino a Dios. No podemos pues disponer de nosotros, ni tenemos derecho de vivir, actuar, pensar ni hablar nada para nosotros mismos. Nuestra obligación es renunciarnos enteramente para pertenecer totalmente a Dios. Estamos  obligados a seguir a Jesús si deseamos tener parte con él. Y no podemos seguirlo sin renunciarnos»(San Juan Eudes, OC III, 207).  Por ella las relaciones del hombre con Cristo, son las relaciones de un miembro con su Cabeza, relaciones íntimas con la persona de Jesús:  “Desde el primer instante de su existencia el alma de Jesús fue enriquecido por la gracia santificante, que es, como dice S. Pedro, participación de la vida divina, es, como dice S. Pedro, participación de la vida divina, que permite al hombre conocer a Dios como Él se conoce, contemplarlo cara a cara, como Él se contempla y amarlo como Él se ama…Así poseemos nosotros la gracia santificante. Nos ha sido conferida por el Bautismo y por los demás sacramentos, pero mientras Cristo la posee en plenitud, a nosotros nos es dada restringida y para ser desarrollada…Con todo, entre Jesús y nosotros, por la gracia, hay una conformidad de vida, como entre los miembros y la cabeza. Poseemos como Él el principio de una vida divina, para ejercerla debemos modelarnos sobre Él” (Le Royaume de Jésus, Introduction, O.C. I, 10-11).

Frases del P. Rafael García Herreros, Eudista

Escuchen al P. García-Herreros que les dice: “necesitamos diez muchachos”: Necesitamos diez muchachos.

Tienen que ser fuertes  alegres.. altos o gordos.

Ni muy ricos, ni muy pobres…

Y que hallan cursado el bachillerato o estén en la universidad.

Y por último resueltos…

Resueltos a jugarse el todo por el todo,

Resueltos hasta para tirarse por una ventana,

Hasta dejarse escupir… ¿estamos?

  • ¿Y qué nos dan a cambio?

Queremos gente desinteresada.

Los 17 años no se trabaja por paga: se trabaja de balde como los grandes del rey.

Claro, no será dinero. El dinero lo anhelan los ruines a los 70 años, con ojos turbios, barbas sucias y uñas largas…los llaman avaros.

¿Qué les daremos a cambio?

Ante todo una pregunta…les gustan a ustedes las aventuras?

Porque si no tienen ningún gusto por lo extraordinario, por lo que se sale de la trivialidad de la prosa ordinaria de la vida, tampoco sirven para la empresa.

  • Y ¿de qué se trata?

De disponer con permiso de sus padres, DEL RESTO DE SUS VIDAS, nada más. Después morirse, y después derechito para el cielo, mi viejo.

Sí, necesitamos diez jóvenes para servir a la iglesia en la Comunidad, el año entrante…

De todas partes, del norte, del sur, del centro de Colombia, de Venezuela, de Ecuador y de México, de la República Dominicana, de Brasil, y de Chile, Honduras y de Nicaragua, si se puede.

Porque somos  pocos y la mies es mucha; porque los racimos se revientan de gordos y no hay quien los corte…

  • Y ¿qué tal el seminario?

Pues duro pero sabroso. Ahí se necesita hasta para tirarse por la ventana.

Pues sí como se oye, por la pura ventana…

En la celda se agarra uno consigo mismo. La lucha es brava y larga. Son dos y uno tiene que triunfar. Desde lejos se oyen los bramidos del esfuerzo. El uno a que hace su gana y el otro a que no; el uno a que coge por el camino llanito que conduce a superficialidad y el otro a echar por la cuesta que lleva al cielo, y gritan los dos en el pecho, y se insultan… al fin plutuplún, el uno por la ventana!

Y hay que dejarse hasta escupir. Que si le dicen a uno que todo lo hace mal, y que es perezoso, y materialmente no sirve… pues mi viejo, callarse el pico y pasar saliva; y si le dan ganas de salirse porque las coles están crudas, y la escoba dura, y los rezos largos, pues apretar los dientes y aguantar.

Y después del seminario, la vida como eudistas evangelizadores – formadores es bella pero dura. Levantarse de madrugada y acostarse cuando ya las estrellas tienen sueño. Y en el día no tener más consuelo que ver cómo se pasa la vida, y cómo viene la muerte tan callando. Y no tener más placer que el divino de besar los pies de Cristo, el que va a pagar; los pies llenos de tierra y de sangre de Aquél por cuyo amor se nos ensangrientan los nuestros, y se llena de tierra.

Y después de servir toda la vida que es lo más que se resiste la carguita, morirse. Morir por Cristo y morir en Cristo. Y luego para el cielo, mi amigo. Por toda la eternidad. Claro, llegará uno hecho un cuerito…pero esos son los que más gozan, los que se volvieron una garrita por Dios en la tierra.

¿Estoy explicado? ¿No habrá algún valiente que sepa sentir la belleza de todo este ideal inmenso?

 PINTAME UN SACERDOTE

Si quieres pintar un  buen sacerdote, es decir, un pastor según el corazón de Dios,

despliega el débil lienzo sobre una mesa grande y

pinta primero un templo con puertas bien abiertas

y al lado, un rutinario domingo,

deslizándose entre una humilde aldea.

Presiente luego el atardecer y ponle luz y colorido. 

Inventa un parque con toda clase de gente, bañada de noche y de bullicio.

Al rededor dibuja cosas bonitas, sencillas, olorosas y buenas.

Extiende tu lienzo en la calle más pobre de tu aldea

o en el caminito de la más  modesta ranchería,

y escóndete, sin decir nada, sin moverte,

sin hacer ninguna clase de ruido, con paciencia de artista.

A veces el clérigo visita con frecuencia estos sitios y puede llegar temprano.

A veces se tarda mucho tiempo. 

Pero tú no te desanimes.

Espera y espera aunque sea muchos años, si es que de verdad quieres lograr una excelente pintura.

Si el clérigo aparece, guarda el más hondo silencio, un silencio desafiante y

espera a que atraviese el parque con su rostro dominical.

Deja que salude a la gente de toda clase y que lo rodeen con toda suerte de preguntas.

Permite que disfrute las cosas bonitas, sencillas, olorosas y buenas que pintaste.

Y finalmente espera a que se escurra por el atrio y entre en la iglesia de puertas abiertas.

Cuando haya entrado, borra del templo, con tu pincel suavemente,

las columnas inmensas y las inmensas paredes.

Dale colorido a su traje clerical,

y pinta a su alrededor el olor del incienso, el repique de campanas, los glorias y aleluyas que resuenan en la piel.

Dibuja también  el polvo que se desliza por la atmósfera,

el sol del domingo que se mete en el alma,

el murmullo de los insectos y el llanto de los niños que resbalan, en brutal competencia, por los oídos…

y luego espera que comience a predicar.

Si no predica es muy mala señal. Es señal de que el dibujo es muy malo.

Si al predicar, solo tira montones de palabras y regaños en la cara de la gente, significa que el dibujo es mediocre.

Si exhorta y enseña con su palabra y con su vida, si quita las penumbras de los ojos, si habla con voz llena de estrellas y de lunas que convence, si llena los ojos de la gente de imágenes celestes, es buenísima señal. Es señal de que tu pintura se puede publicar.

Pero solo si el nombre de Jesucristo cae una y mil veces de sus labios y la gente siente el alba acumulada en sus pestañas, luces nuevas en su vida y ansias recientes en su corazón, podrás firmar.

Entonces tomarás una orla de su alegre manto y sobre ella escribirás tu nombre. Luego te irás a casa, salpicado de colores y untado de sudor, contento y agotado, a gozar la placidez de tu obra de arte.

Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm 
Sacerdote Eudista

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