Como Obispo de Santa Marta espero recorrer toda la diócesis, visitar cada rincón, no ahorrar esfuerzos para realizar, a través de toda la actividad de la Diócesis, presencia de Iglesia en el Magdalena.
La experiencia a la que el Papa Francisco nos ha convocado tiene elementos semejantes.
El camino de la sinodalidad es la espiritualidad misionera de la Iglesia que se caracteriza por la escucha permanente que conduce al discernimiento y por eso la “participación es el camino”.
«Toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación; por eso, sin duda, hay un movimiento que tiende hacia la unidad» (Concilio Vaticano II – Unitatis Redintegratio, 6).
Cuando se habla de sinodalidad eclesial como experiencia en la que caminamos juntos buscando un mismo fin, es necesario tener en cuenta algunas consideraciones.
La tentación de quedarnos quietos, de instalarnos como seres sedentarios, es contrarrestada por la vocación nómada que convierte el camino, la vía, el sendero, el viaje y las encrucijadas, en metáforas de la existencia.
Los Sínodos de Obispos nacieron después del Concilio Vaticano II, aunque desde antiguo se realizan los concilios ecuménicos universales, concilios plenarios territoriales, Sínodos diocesanos, etc. Hasta la fecha se han llevado a cabo 16 asambleas sinodales desde el 1971.
El trabajo de prevención debe ser permanente y aunque muchas instituciones han diseñado estrategias para hacer frente a este fenómeno, sin embargo, hace falta una mayor articulación entre las instituciones.
A partir de ahora, y hasta el mes de octubre de 2023, vamos a dar inicio a un itinerario de preparación para el Sínodo ordinario de Obispos que tendrá como tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
Hace pocos días terminé de escribir una obra titulada “Los curas también se reinventan o la formación sacerdotal en la pandemia”, publicada por el CELAM, y la primera pregunta que nos sale al paso es ésta…: ¿Qué significa reinventar, reinventarse?