El Código de Derecho Canónico define la naturaleza de los sínodos de obispos en la Iglesia. Dice así en el canon 342: “El sínodo de obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar la cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo”.

Los Sínodos de Obispos nacieron después del Concilio Vaticano II, aunque desde antiguo se realizan los concilios ecuménicos universales, concilios plenarios territoriales, Sínodos diocesanos, etc. Hasta la fecha se han llevado a cabo 16 asambleas sinodales desde el 1971.

Es bueno distinguir entre los Concilios, de los cuales se han realizado 21 entre el año 325 (concilio de Nicea) y el realizado entre 1962 – 1965, el Concilio Vaticano II. Estos son reuniones donde participan todos los obispos del mundo, y los Sínodos, reuniones donde participan algunos obispos que representan las distintas regiones del mundo, unos 215, a los que se agregan sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos expertos, según los temas que se traten.  Por eso se habla de la sinodalidad, donde el pueblo de Dios es escuchado y participa activamente en estas reuniones. Ya se han hecho varios sínodos muy interesantes con amplia participación de los laicos, como los sínodos sobre la familia y el sínodo de la juventud.

Dentro de las modalidades de los Sínodos, están los ordinarios, que se reúnen cada tres o cuatro años, y los extraordinarios, cuando el Papa lo considere necesario.

Los Sínodos, por su naturaleza son de carácter pastoral, es decir, buscan ayudar al Papa y a la Iglesia en general, a dar respuesta a los grandes problemas que hay en el mundo, donde la Iglesia tiene el deber de dar respuestas orientadoras al pueblo de Dios, pues la Iglesia hace historia con su pueblo, y está llamada a orientar, iluminar y brindar soporte a quienes tienen en sus manos la responsabilidad de animar a los creyentes y a los no creyentes, en su peregrinar terreno.

Los Sínodos pues, hacen eco de las grandes problemáticas por la que atraviesa la sociedad, y en ambiente de oración, de estudio, de trabajo colegial, ofrece directrices generales para que sirvan de ayuda especialmente a los fieles católicos en la imperante necesidad de dar razón de la esperanza.

Como conclusión de cada Sínodo, el Papa publica un documento que denomina “Exhortación Apostólica post sinodal…” que se convierte en guía y soporte para los planes pastorales y demás acciones evangelizadoras de la Iglesia en todo el mundo.

Por: Mons.  Luis Fernando Rodríguez Velásquez  
Obispo Auxiliar de Cali
Tomado de cec.org.co

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