Guías Homiléticas
2 enero / Epifanía del Señor
/ Is 60, 1-6 / Sal 71 / Ef 3, 2-3a.5-6 / Mt 2, 1-12
Del Evangelio según san Lucas Después que nació Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, llegaron a Jerusalén desde el Oriente unos sabios y preguntaron: “¿Dónde está el Rey de los Judíos, que acaba de nacer? Porque vimos cuando apareció su estrella y venimos a rendirle homenaje”. Cuando el rey Herodes oyó esto, se preocupó mucho, y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo judío, para preguntarles dónde debía nacer el Mesías. Ellos le respondieron: “En Belén de Judea, porque así está consignado en la Escritura por mano del profeta: ‘Tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor de las ciudades de Judá, pues de ti saldrá un gobernante, que será el pastor de mi pueblo Israel’”. Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios y les pidió que le precisaran la fecha en que había aparecido la estrella. Luego los mandó a Belén y les dijo: “Vayan y averigüen con exactitud lo referente al niño. Cuando lo encuentren, vengan a avisarme, para ir yo también a rendirle homenaje”. Con este encargo del rey se pusieron en camino. Y la estrella que ellos habían visto aparecer, los fue guiando, hasta que al llegar encima del sitio donde estaba el niño, se detuvo. Al ver la estrella, se pusieron muy felices. Y una vez en la casa, vieron al niño con María, su madre, cayeron de rodillas y le rindieron homenaje. Luego abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra. Y como Dios les indicó en un sueño que no volvieran a donde Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.Palabra del Señor
Así como los Magos desean un Redentor, Herodes teme un sucesor; y esto es lo que significan aquellas palabras: “Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó”. (san Agustín). En esta semana recordamos dos laicos Simeón y Ana, ambos tiene en común la esperanza de la venida del Mesías. Ambos se encuentran con Jesús, ambos quieren ver a Jesús, nosotros sabemos que todo pasa, el mundo, el poder… el único que no se aparta de Jesús es el corazón fiel, el templo es el lugar privilegiado y especial de encuentro con el Señor. Las personas sencillas como Simeón y Ana, son personas que reconocen la liberación traída por Dios. En especial Ana supo esperar la hora de la venida del señor y vio cumplida el fin de su esperanza. Fue premiada por su perseverancia y constancia en el servicio y agrado al señor. Ojalá q nosotros también seamos premiados por nuestro agrado a Dios y nuestro servicio. Hoy es el encuentro de los tres reyes con el Señor, personas que saben y reconocen la importancia de su venida a la humanidad.
Esta primera lectura de la solemnidad de Epifanía nos pone sintonía con los símbolos de la celebración de hoy; la luz que guía a los pueblos a Jerusalén será como la de la estrella que guía a los magos del evangelio; los tesoros traídos a la ciudad santa desde Oriente y Occidente se cumplirán en aquéllos que los magos pusieron a los pies del niño recién nacido y de su madre; la salvación se hará universal cuando judíos y paganos, todos juntos, adoren a Dios en la persona de Jesús recién nacido en Belén.
La primera lectura nos lleva a las primeras estrofas de un poema que abarca todo el capítulo, hasta el versículo 22. Estamos en la época post-exílica; los judíos repatriados, llegados de Mesopotamia, tratan de revivir y mantener la fe de Israel, no sin polarizaciones: entre el nacionalismo y el ecumenismo, el pesimismo y el optimismo, el legalismo y el humanismo… Discípulos de los discípulos de Isaías (a los caps. 55-66 se les llamó “Trito-isaías” o “tercer Isaías”) alzan la voz para mantener viva la perspectiva del gran profeta del siglo VIII. Aquí se anuncia, es un sueño que los lleva a una época de esplendor y de reconocimiento para la pequeña ciudad que apenas comienza a reconstruir sus ruinas: será el “centro del mundo”; a la luz de un día sin ocaso, vendrán todos los pueblos a traerle sus presentes, sus hijos exiliados retornarán… Se trata, efectivamente, de un maravilloso sueño, una imagen poética poderosa, cautivante, con la que se expresa y se disfruta un sentimiento de autoestima religiosa: este pueblo exiliado no está abandonado por su Dios, sino que confía en él y en su futuro cargado de promesa mesiánica.
En la segunda lectura, de los seis capítulos que componen la carta a los Efesios, los tres primeros presentan la obra salvífica de Jesucristo como un don gratuito de Dios para todos los pueblos. Los tres últimos son exhortaciones de vida cristiana. Estos versículos que acabamos de leer vienen a subrayar un aspecto fundamental de la solemnidad de Epifanía: Cristo ha nacido entre nosotros para dar a conocer el amor de Dios y su salvación a judíos y a paganos, sin distinción de raza ni de condición. Ahora nosotros, los cristianos, los católicos, no podemos volver a ser fanáticos exclusivistas, que condenemos a todos los que no creen. Nuestra responsabilidad es darles a conocer, como hizo Pablo, el “misterio”, es decir: el plan de Dios, de la salvación universal, como un don ofrecido a todos los hombres y mujeres del mundo, por los muchos caminos de Dios. Según Karl Ranher, la carta dirigida a los cristianos anónimos, como aquellos que no profesan la fe como los bautizados, pero pueden llegar a ser mejores católicos, que los que creemos en el Señor, fuimos bautizados y profesamos la fe.
Lugar donde nació Jesús (Belén de Judea) y datación aproximada, en tiempo del rey Herodes el Grande (c. 734 a. C.), conocido por su habilidad política, su crueldad y su despotismo; muy abierto a la cultura griega, construyó varias ciudades de tipo helenístico, entre ellas Sebaste y Cesarea, y además reconstruyó el templo de Jerusalén (acabado el 63/64 d. C.). Fue nombrado por Roma rey de Judea el año 40 a. C. y conquistó Jerusalén el año 37. No era judío de raza, sino de padre idumeo y, por tanto, no podía ser considerado rey legítimo de Israel.
LOS REYES MAGOS
Parece controversial hoy en día, hablar de los “Magos”, es decir, astrólogos orientales, que mezclaban su ciencia astronómica con la predicción del destino, anunciado, según ellos, en los astros. Llegan a Jerusalén, pero no preguntan por un personaje religioso, sino por “el rey de los judíos”, para rendirle homenaje al rey universal. Los nombres provienen de un texto llamado ‘Liber Pontifiacalis’ que dice que Gaspar era conocido como el rey de India, Melchor, como el rey de Persia y Baltasar era el rey de Etiopia o Arabia. Los magos fueron siguiendo la estrella hasta que se detuvo sobre el lugar que albergaba a Jesús. Cuando entraron a la choza, vieron al niño con su madre, la Virgen María, y tras postrarse y adorarlo, le ofrecieron tres regalos: oro, incienso y mirra.
La tradición oriental señala que se trató de 12 magos, mencionados por textos y tradiciones antiguas. El Evangelio según Mateo no especifica un número particular de magos que visitaron a Jesús, aunque sí menciona sólo tres presentes.
Los reyes venían de muy lejos, de Oriente, y venían con una intención clara, adorar al niño. Si solamente se adora a Dios (Mateo 4,10) entonces la idea de los magos de ofrecerle regalos al niños era fruto de esa adoración, la adoración también se manifiesta con las obras, esto es con los presentes o regalos, esto de ofrecer regalos a los Reyes era algo muy frecuente y común en esa cultura, la escritura lo recoge, 1 Rey 10,12-13; Is 60,6. Fue una forma de enseñarnos que ya los paganos, reconocieron al Mesías como Dios, y fruto de ese reconocimiento le dan regalos. Ahora bien, ¿por qué esos regalos y no otros? ¿sería una historia planteada en los presentes con algún tinte bíblico y cultural de la época? Se dice que los reyes no poseían magia o eran hechiceros, simplemente eran personas que poseían un amplio conocimiento en astronomía y ciencia. Las reliquias de los tres reyes magos fueron llevadas de Constantinopla a Milán y después a la Catedral de Colonia en Alemania. Los viajeros los toman como santos patronos.
SIGNIFICADO CRISTOLÓGICO
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (San Mateo 2,11).
1) El oro es el regalo que se da a los reyes, el metal mas preciado, sirve para reconocer la realeza y grandeza de esa persona. La reina de Saba otorgo este regalo al rey Salomón (1Reyes 10,10). Hiram trajo de Ofir, oro también para el rey Salomón (1Reyes 9,28). Era el regalo que se le daba a los reyes. Esto significa que Jesús era catalogado como el rey de los judíos, en el letrero en la cruz lo dice en los tres idiomas propias de su cultura.
2) Incienso. La cultura judía y hebrea usaba el incienso como ofrenda a Dios. Darle el incienso a Jesús significa que ellos lo reconocían como divinidad e hijo de Dios.
3) Mirra. Los judíos lo utilizaban para embalsamar cadáveres y perfumar a las personas, significa que los reyes reconocían al niño como hombre y que moriría por los hombres.
LA NOTICIA SE DIFUNDE
Este rey que ha nacido se contrapone al reinante, Herodes. Los judíos no se han percatado del nacimiento del nuevo rey, pero sí los paganos; son éstos los que anuncian su nacimiento al pueblo de Dios. Agitación de Herodes, siempre sospechoso de posibles pretendientes al trono, y de la ciudad entera, al unísono con el tirano que la domina. Ante la noticia, Jerusalén tiene la misma reacción que el rey, no ve en el que ha nacido un posible liberador. De hecho, el pueblo no hará esfuerzo alguno por encontrarlo. Herodes convoca a los miembros del Consejo, excepto a los «senadores», cuyo papel era meramente político. El tema que se propone tratar es religioso. «Letrados», gr. grammateus, derivado de gramma, letra, escrito, libro y, en plural, «letras», ciencia. Designa a los «hombres de letras» o «de ciencia», a los expertos en la Ley, teólogos y, sobre todo, juristas. Constituían una alta clase social de reciente aparición, que intentaba arrebatar la hegemonía a la aristocracia sacerdotal. Después de varios años de estudio recibían una ordenación. Sus decisiones en materia de legislación religiosa o ritual eran decisivas. Herodes identifica al «rey de los judíos» por el que preguntan los magos con el Mesías esperado, el salvador prometido. Los entendidos contestan a su pregunta dándole la referencia exacta: en Belén de Judea. El texto profético citado por Mt combina Miq 5,2 con 2 Sm 5,2; este último pasaje es estrictamente mesiánico, pues trata de la unción de David como rey de Israel (2 Sm 5,4). El niño es, por tanto, el Mesías de la casa de David. Resalta en primer lugar la importancia de Belén, patria de David, lugar del nacimiento del nuevo rey, frente a Jerusalén, donde reina Herodes. El caudillo que va a nacer será pastor del pueblo de Dios, Israel. La función de «pastor» se aplicaba a David (Sal 78,70s) o al nuevo David (Jr 23,5; 30,9; Ez 34,23s). El pueblo de Dios, del que será pastor el rey nacido, incluye a los magos que han venido a rendirle homenaje como a su propio rey: el pueblo del Mesías incluirá a los paganos. «Rendir homenaje» es el significado del gr. proskuneô referido a un rey o a Dios como soberano. Se expresaba en forma de inclinación o de postración. Herodes convoca a los magos en secreto, no quiere que sus planes sean conocidos. Mt lo caracteriza por su hipocresía: pretende tener el propósito de prestar homenaje al nuevo rey, cuando en realidad se propone matarlo. Los jefes del pueblo, en cambio, no manifiestan reacción alguna. La «estrella» alude a Nm 24,17: «surgirá un astro de Jacob y se levantará un hombre de Israel» (LXX). La estrella es figura de la persona misma del rey nacido y los guía al lugar donde éste se encuentra. En Jerusalén, donde ni el pueblo ni los dirigentes esperan al liberador, no es visible. Vuelve a aparecer a los magos cuando se alejan de la capital. «En la casa» ven al niño con su madre. Ausencia de José. En Israel, el rey y su madre constituían la pareja real (cf. 1 Re 2,19; 15,2; 2 Re 10,13; 12,2; 23,31.36; 24,18). La escena subraya la realeza del niño. El homenaje se manifiesta con una postración y dones que expresan sumisión y alianza (mirra e incienso, Cant 3,6; incienso, Lv 2,1-16; Jr 6,20; 17,26; 48,5; Is 60,6; Eclo 39,14; 50,9; mirra, Eclo 24,15). Dios vela por su Mesías, impidiendo que Herodes sepa dónde está el niño.
LA EPIFANÍA, MANIFESTACIÓN DEL CRISTO.
Hace poquísimos días celebrábamos el nacimiento de Cristo; con solemnidad no menos justa celebramos hoy la manifestación, donde principió a revelarse a los gentiles. Aquel día vieron al recién nacido los pastores judíos; hoy le adoraron los Magos de Oriente. Había nacido, en efecto, aquella Piedra angular, paz, o punto de convergencia, entre las dos paredes: la de la circuncisión y la del prepucio, que venían en direcciones bien opuestas a juntarse en él, que se hizo nuestra paz, y de dos pueblos hizo uno solo. Lo cual estuvo prefigurado en los pastores, judíos, y en los Magos, gentiles; y por allí empezó lo que había de fructificar y extenderse por el universo mundo. Sean, de consiguiente, para nosotros estos días, el de la natividad y el de la manifestación, motivo gratísimo de regocijo espiritual. Los pastores judíos fueron guiados a él por el anuncio de un ángel; los Magos, por la estrella conductora: estrella que vino a confundir los vanos cálculos y supercherías de los astrólogos, probando a los adoradores de las estrellas cómo sólo el Criador del cielo y de la tierra es verdaderamente adorable. El mismo, en efecto, que, al nacer, encendió una estrella nueva, apagó, al morir, el sol, ya viejo. La luz de la estrella dio principio a la fe de los gentiles; el apaga, miento del sol denunciaba la perfidia de los judíos. ¿Qué cosa era aquella estrella que jamás de antes se había visto entre los astros ni se la pudo localizar después? ¿Qué cosa era sino la lengua magnífica del cielo, que pregonaba la gloria de Dios, publicaba soberanamente con su inusitado fulgor el inusitado parto de una virgen y era como la alborada del Evangelio, que había de sucederla en desapareciendo ella? En fin, ¿qué dijeron los Magos al llegar? ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? Y esto, ¿qué significa? ¿No habían nacido antes, acaso, muchedumbre de reyes judíos? ¿Por qué mostraron tantísimo afán de conocer y adorar al rey de un pueblo extranjero? Hemos visto, dicen, su estrella en Oriente y venimos a adorarle. ¿Habríanle buscado con tanto ardor y deseado adorarle con piedad tan afectuosa si en el rey de los judíos no vieran al rey de los siglos? (San Agustín)
Los nombres de los Magos. Piadosas leyendas fueron entretejiendo alrededor del relato evangélico una corona de pormenores: revistieron a estos sabios de púrpura real, coronaron sus frentes, retrataron su semblante, y su aspecto exterior y hasta averiguaron sus nombres: “El primero -dice el Venerable Beda- se llamaba Melchor; era un anciano de blancos cabellos y florida barba; ofreció oro al Señor, como a su rey. El segundo llamado Gaspar, joven, barbilampiño, de color rojizo, ofreció al Señor, incienso en homenaje a su divinidad. El tercero, de color negro; de barba cerrada, llamábase Baltasar; la mirra que ofreció figuraba que el hijo del hombre había de morir”. Por desgracia estos pormenores no tienen autoridad alguna, pues antes de San Cesáreo de Arlés, en el siglo VI, nadie atribuyó a los Magos el título de reyes, que luego se hizo tan popular, ni hasta el siglo VII hallamos citados sus nombres. Sólo dos circunstancias pueden darse por ciertas: que los Magos eran tres y que tenían a Persia por Patria
APORTE PASTORAL
“Esto también puede significar otra cosa, entendiéndose por el oro la sabiduría, según la frase de Salomón: «Tesoro apetecible reposará en la boca del sabio» (Pr 21,20); por el incienso que se quema delante de Dios, la virtud de la oración, conforme al versículo de David: «Suba derecha mi oración como incienso en tu presencia» (Ps 140,2), y por la mirra la mortificación de la carne. Ofreceremos, pues, oro a este nuevo Rey, si resplandecemos delante de él con la luz de la sabiduría; el incienso, si por medio de la oración con nuestras oraciones exhalamos en su presencia olor fragante; y mirra si con la abstinencia mortificamos los apetitos de la sensualidad.
El oro corresponde al rey, el incienso formaba parte de los sacrificios que se hacían a Dios, y la mirra sirve para embalsamar a los cadáveres”. (San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10).
“Hoy el mago llorando encuentra en la cuna a aquel que resplandeciente, buscaba en las estrellas. (…) Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla: el Cielo en la Tierra, la tierra en el Cielo, el hombre en Dios, y Dios en el hombre, y a aquel que no puede ser encerrado en todo el universo incluido en un cuerpo de niño. Y viendo cree, y no duda y lo proclama con sus dones místicos: el incienso para Dios, el oro para el Rey, y la mirra para el que morirá”. (San Pedro Crisólogo, Sermón 160).
Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm Sacerdote Eudista
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