Guías Homiléticas - XXX DOMINGO ORDINARIO

Si 35, 15b-17.20-22a / Sal 33, 2-3.17-18.19 y 23 / 2Tm 4, 6-8.16-18 / Lc 18, 9-14
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23 OCTUBRE

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así en su interior: ‘¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo’. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ‘¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador’. Les digo que este bajo a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor.

DIOS CONOCE Y SABE LOS DESEOS PROFUNDOS DE NUESTRO CORAZÓN

En la lectura del libro de Sirácida o Eclesiástico, nos presenta la opción preferencial del Señor por los pobres y los débiles, aunque sea imparcial defiende la causa de los indefensos. Por eso, no se deja encasillar en los jueces humanos. Dios tiene sus preferencias, los sencillos y los humildes, porque conoce su corazón. La verdadera oración es de una actitud confiada en las manos del Señor y el Señor escucha la oración del que lo invoca con sincero corazón, de modo que él hace justicia al pobre y al oprimido.

Pablo después de su encuentro con Cristo, comprendió que su principal función en su ministerio era la misión y que lo más importante era predicar el evangelio, este camino no fue tan fácil ya que se siente abandonado por casi todos, al final de sus días y antes de su martirio proclama que la única razón de su vida es Cristo: “el combate de la fe”. Que no es por sus meritos, sino por la gracia de Dios.

El evangelio de San Lucas relata un episodio en el camino de Jesús hacia Jerusalén: El texto del Evangelio consiste en una parábola, con su respectiva introducción, y una breve conclusión final. Una vez más nos encontramos con una parábola que solamente Lucas recogió de la tradición anterior.

Si el domingo pasado nos hallábamos ante la iniciativa del Maestro, que quería explicar a sus discípulos como tenían que orar siempre sin desanimarse (Lc 18,1), la parábola de hoy es respuesta “a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás” (9). Lucas sigue hablando a los discípulos (18,1), donde se dan dos actitudes o formas opuestas de orar (paralelo con 11,1-5).

Los discípulos, en la comunidad de Lucas, participan de estas actitudes farisaicas (cfr 16,15), y parece que el desprecio, que éstos muestran por los demás, es lo que provoca el escándalo (17 1-3ª) La parábola es muy sencilla y directa. Con algunos rasgos básicos pone de manifiesto el comportamiento de dos tipos de personas, representadas por el fariseo y el publicano. En la época de Jesús, los fariseos eran un grupo social y religioso que se caracterizaba por ser muy cumplidores de todos los preceptos de la ley; esto les daba prestigio y admiración ante la gente y el pueblo. Y ellos no dejaban publicarse por la justicia que salía de sus manos, y menospreciaban a los que no cumplían como ellos. (algo nos ocurre hoy ¿no?) Los publicanos (recaudadores) eran algo así como pecadores públicos. Además de ser las personas que recaudaban impuestos y visibilizaban el dominio extranjero, llevaban a cabo su trabajo con verdaderos actos de abuso, exigiendo mucho más de lo que realmente debían cobrar (eso que ahora llamamos plusvalía, beneficio del mercado). Ellos fueron los ladrones públicos de los que hoy parece que no existen.

La parábola, como otras de Jesús, es claramente provocativa. El fariseo es el bien visto religiosamente; Jesús lo descalifica radicalmente. El recaudador-publicano en cambio era el odiado por todos; Jesús lo descubre y lo valora en su profundidad de sus deseos de su corazón o más aún en su experiencia profundamente religiosa. Es el verdadero encuentro con Dios en la oración.

En la parábola se contraponen dos actitudes: la del fariseo, que piensa ganar la salvación con su propio esfuerzo, y la del publicano, que reconoce su condición de pecador y pide a Dios la conversión. Este último, que se apoya en Dios y no en sus obras, es el modelo que Lucas propone: la justificación sin condiciones…. Es Dios el que acoge con su gracia al pecador.

Lucas, proclama la misericordia como ley fundamental de la acción de Dios. Dos formas de creer y de relacionarse con Dios, una de las cuales es rechazada por Jesús mientras que la otra es ensalzada. Repito, el tema de fondo es la oración, no el pecado. Por eso no debemos acercarnos al mismo con ánimo de buscar quién es más pecador de los dos protagonistas. Y, menos aún, la parábola no nos tiene que conducir a pensar en personas concretas que conocemos para identificarlas con uno o con otro de los personajes, emitiendo un juicio que no nos corresponde. La cuestión de fondo, lo que nos cuestiona a todos, es cómo nos ponemos ante Dios y ante los demás. Y la buena noticia es que Dios nos mira con buenos ojos y ve el fondo, lo que hay de verdadero en el corazón de cada uno. Los dos personajes se ponen ante Dios (10). Detengámonos en el fariseo. “erguido” (11) y el contenido de su oración: todas las cosas que hace para cumplir la ley (12). Los evangelios someten a los fariseos a una crítica despiadada: Jesús fustiga su soberbia (Lc 18 10-14), su codicia (Mc 12, 40), su ambición (Mt 23, 5-7) y su hipocresía (Mt 15, 3-7). Los fariseos, junto con la clase sacerdotal, aparecen como los que deciden la muerte de Jesús (Mt 26,3; Mc 14,53-64). Con frecuencia se les trata como opositores de Jesús, sin que se tenga en cuenta su celo por las instituciones y sus méritos religiosos… y de hecho esta parábola pierde su fuerza si no se toman en serio los méritos de los fariseos y la indignidad del publicano (el cobrador de impuestos para los romanos es considerado pecador público). El publicano: “atrás” (13) su oración es de petición (Sal 51), reconociendo su condición de pecador (13). Así, el que cree que el amor de Dios se compra con el mérito de las obras, es rechazado por Dios (el que no siente la necesidad de salvación, no puede recibirla); el que espera su rehabilitación del amor gratuito de Dios, la obtiene (14).

LOS PUBLÍCANOS

Son recaudadores de impuestos, eran considerados pecadores tanto por los maestros de la ley como por la gente del pueblo, porque trabajaban al servicio de las administraciones romanas y herodianas y porque a menudo se aprovechaban injustamente de su actuación en beneficio propio.

LOS FARISEOS

Eran personas religiosas y observantes: cumplían los ayunos prescritos por la Ley, y practicaban otros que eran voluntarios. Asimismo, pagaban todos los diezmos mandados y todavía añadían otros. De esta manera, pensaban que iban acumulando méritos ante Dios y que así se ganaban su favor.

  • CAMINO SINODAL

    ¿Te sientes fariseo en algo? Es decir, los dos polos en la oración o el modelo y el anti-modelo: ¿te crees perfecto/a, superior, y desprecios en algo a alguien? ¿Estás tan orgulloso de las cualidades que tienes, que las utilizas para crear increíbles posturas distantes con los pobres, débiles y pecadores? ¿Te sientes publicano-recaudador en algo? ¿Sabes reconocer tus pecados ante Dios y ante el pueblo? Reconociendo tu propia debilidad y desde ella ¿está abierto/a al perdón de Dios? ¿Te sientes con paz, hermano de los pobres y los pecadores? Puedes orar reconociendo con humildad tus pecados y abriéndote al perdón. Puedes orar recordando a otros pecadores y considerarlos tus hermanos. Puede orar repitiendo las palabras del recaudador-publicano con mucho corazón, porque mientras que el fariseo cae en el vacio de la oración o la repetición de fórmulas, el publicano hace de la religión un verdadero camino de oración sincera y de corazón, cuando se une cada latido del corazón con el corazón de la oración surge el verdadero camino de conversión y sanación. Solamente así podremos salir perdonados por el amor.  

ORACIÓN EUDISTA

Oh, Dios, Tú que nos diste en tu amantísimo Hijo tu divino Corazón, concédenos que por tu misericordia podamos adquirirlo como tesoro, danos la gracia de estrecharnos con Él para amar con amor perfecto; haz que también seamos todo para él. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm

Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm

Sacerdote Eudista

 

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