En alguna transmisión por redes sociales, hace unas semanas, dirigimos unas palabras de aliento a quienes estaban pasando por un momento difícil no solo por problemas de salud, sino también por la situación del ayuno eucarístico forzado que estamos viviendo en estos momentos. En esa ocasión hablamos de la comunión espiritual, imaginándola como una práctica conocida y a la cual las personas acudían espontáneamente en este momento de confinamiento. Pero luego encontré un mensaje de una persona que agradeció el consejo porque era una novedad y un consuelo para ella. Entonces comprendí que la comunión espiritual no es una práctica tan extendida. Yo mismo confieso que, a pesar de haber leído varios textos en el pasado que hablan de ello, incluido el célebre libreto de San Alfonso María de ‘Ligorio, Visitas al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen María, no lo practiqué ni hablé de ello. La razón es simple. No me había sucedido que fuera privado involuntariamente de la comunión eucarística y tampoco, por supuesto, lo habíamos vivido de manera masiva como en este momento. Ahora que la suspensión de la Misa se ha extendido por todo el país y por muchas naciones, siento que tengo que repasar esta práctica piadosa no solo por los demás, sino también por mí.
San Alfonso lo presenta así: “La comunión espiritual consiste en el deseo ardiente de recibir a Jesús Sacramentado y en un abrazo amoroso como si ya hubiera sido recibido”. En otras palabras, es una comunión de deseo que expresa el anhelo de acoger a Jesús en las especies eucarísticas, pero dada la imposibilidad objetiva, lo acoge espiritualmente, en el deseo, en la fe. Surge la pregunta: ¿Esta comunión reemplaza entonces a la comunión sacramental? La respuesta es no. La comunión espiritual se practica junto con la comunión sacramental y, cuando no se puede, como expresión del deseo de la comunión sacramental. De hecho, el Concilio de Trento, encontrándose con la práctica más extendida de la comunión espiritual que la comunión sacramental, exhortó a los fieles que participaban en la Misa a no conformarse con recibir la comunión espiritual y también con recibir la Eucaristía sacramentalmente.
La comunión espiritual es un acto de fe en la presencia espiritual del Señor y un acto de deseo de comunión sacramental con Él. En esta clave podemos practicarlo en este período en particular y quizás insertarlo en nuestras prácticas espirituales, sabiendo que los grandes santos de la era moderna recomendaban la comunión espiritual cada vez que entras a visitar el Santísimo en una Iglesia.
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