esús ve el culto hipócrita, manifestado con signos exteriores (labios) mientras interiormente (corazón: Jesús nos propone un análisis del corazón, de aquel centro de decisiones, no es el órgano, sino es el corazón humano como centro de decisión, inteligencia y libertad, pues allí es donde tiene lugar lo auténticamente cristiano o mejor lo bueno o lo condenable, como lo expresaría san Juan Eudes.
Los acontecimientos sociales desencadenados desde abril forzaron una pausa en las reflexiones sobre la familia, con ocasión del 5º aniversario de haber sido publicada la Exhortación Apostólica: La alegría del amor (Amoris laetitia), del Papa Francisco.
Definitivamente hablar por celular se ha convertido en una necesidad; la telefonía fija, poco a poco, se esfuma mientras las nuevas tecnologías marcan su ruta.
La familia es una realidad que, de una forma u otra, está siempre viva en toda persona humana. Como toda institución, pasa en algunos momentos por situaciones de crisis que le ofrecen la ocasión de redefinirse armoniosamente en el concierto social.
Hay un creciente anhelo por crecer en la sinodalidad, pues significa caminar juntos corresponsablemente con el devenir de nuestra Iglesia.
El plan de Dios para la humanidad es bueno, pero en nuestra vida diaria experimentamos la presencia del mal: es una experiencia diaria.
Este domingo de la semana veintiuno del tiempo ordinario el apóstol Pedro le dice a Jesús: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
El clericalismo no es un fenómeno nuevo en nuestra Iglesia de América Latina y El Caribe, más bien es una de sus deformaciones más fuertes, como lo afirma el Papa Francisco.
Muchos conocen muy poco de la fe cristiana porque en sus familias ya no se transmite, otros pertenecen a familias en las cuales los abuelos, y a veces los padres, practican todavía activamente la fe cristiana, pero los adolescentes y jóvenes ya viven con una gran indiferencia hacia ella, así como hacia cuestiones de religión en general.
Nuestro estilo de vida religiosa se basa en la llamada que el Señor nos hizo un día y nos dispuso a la aventura de amarle y seguirle.