Hay un creciente anhelo por crecer en la sinodalidad, pues significa caminar juntos corresponsablemente con el devenir de nuestra Iglesia. Son muchos los signos que nos invitan a una auténtica conversión pastoral que abra caminos de mayor participación de todo el Pueblo de Dios en la vocación común de hacernos cargo de la vida y misión de nuestra Iglesia.
Para ello, como discípulos misioneros, necesitamos “una conversión a la experiencia sinodal” (SA DF, 87). Ella requiere la disponibilidad de todos a “fortalecer una cultura de diálogo, de escucha recíproca, de discernimiento espiritual, consenso y comunión para encontrar espacios y modos de decisión conjunta” (SA DF 87). Así nos encaminaremos “hacia una Iglesia participativa y corresponsable, que acoja con gratitud el aporte de los fieles laicos, incluyendo a jóvenes y mujeres, la contribución de la vida consagrada masculina y femenina, la de los grupos, asociaciones y movimientos” (CV 206). En la práctica de la sinodalidad nos enriquecemos y nos alentamos mutuamente en la fe, “aprendiendo unos de otros” (CV 206). De este modo podremos “reflejar mejor ese poliedro maravilloso que debe ser la Iglesia de Jesucristo” (CV 207).
Fuente: DOCUMENTO PARA EL CAMINO “Hacia la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe”
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