“¡Ojalá se pesara mi desgracia y se acumularan
(Job 6, 2)
en la balanza mis penas!”
Las circunstancias que vive la humanidad entera por estos días, marcadas por los temores, las preocupaciones, las incertidumbres y las consecuencias dolorosas de la pandemia del Covid-19 que ha azotado en mayor o menor grado a todos nuestros pueblos y naciones, nos invitan a replantear todos los aspectos de nuestra vida, desde los más superficiales y materiales, hasta los más trascendentales y espirituales. El camino de la fe no es ajeno a las realidades contingentes que debe afrontar el creyente. Generalmente las crisis existenciales traen consigo también crisis de fe. Eso lo vivió el pueblo de Dios a lo largo de su historia (cf. deportación y exilio babilónico), y eso lo experimentó también el Job bíblico, como lo han vivido todos los “Job” en los diversos tiempos, lugares y culturas.
Acercarnos al modo como Job vivió su proceso de maduración en la fe, en medio del dolor de la prueba, puede darnos luces que nos ayuden a vivir también hoy nuestras propias crisis, cuando nos vemos avocados a replantearnos el sentido de la vida, el sentido del dolor, del sufrimiento y de la misma muerte. El libro de Job, al cuestionar severamente el dogma de una teología retribucionista, no sólo se pone el problema de cómo entender el sufrimiento de los inocentes, sino, ante todo, cómo entender la justicia de Dios frente a dicha realidad del sufrimiento injusto. Y esto plantea el tema de la calidad de la fe del creyente. En efecto, muchas veces nuestra fe es una fe interesada, es decir, que espera recompensas de Dios. Job tuvo que aprender a purificar su fe en el crisol de la prueba, hasta llegar a una fe de abandono y gratuidad.
Y este es el más grande desafío: llegar como Job a reconocer que antes, cuando la vida le sonreía y todo marchaba bien, en realidad no conocía a Dios, o lo conocía sólo superficialmente (“de oídas”), pero una vez pasado por el tamiz del sufrimiento y del dolor fecundo, llegó a conocerlo de verdad (“ahora sí te han visto mis ojos”). Sin embargo, a lo largo de este proceso, Job tuvo que superar muchas pruebas, pasar muchos dramas, sin esconder ni atenuar sus fuertes reclamos a Dios, que llegaron a expresarse con irrespeto e irreverencia, lindando con lo blasfemo. De esta manera, Job reivindica para nosotros, si no el derecho, al menos la posibilidad de litigar con Dios, de quejarnos ante Él, aun sabiendo que no es el culpable de nuestros males, pero sí con la certeza de que Él es el único que está siempre dispuesto a escucharnos y atender nuestros reclamos[1].
1. Breve comentario del texto propuesto: Job 6, 2
En la estructura literaria del libro de Job, después del prólogo (que se corresponde con el epílogo, con el cual forman el marco narrativo de la leyenda arcaica), encontramos una primera gran parte, constituida por los capítulos 3-27, compuesta por tres series de diálogos entre Job y sus tres supuestos amigos. El versículo 2 del capítulo sexto hace parte de la respuesta de Job a la primera intervención de Elifaz de Temán en la cual le reprocha no querer reconocer que si está sufriendo lo que sufre es porque ha pecado y está siendo “corregido” por Dios. La primera expresión en la respuesta de Job expresa la amargura de quien ha visto multiplicarse los males en su contra, sin haber dado motivo para ello.
Si se pudiera pesar la desgracia de Job y poner en la balanza todas sus penas, quedaría demostrado que son demasiado grandes, exageradas, desproporcionadas: “pesarían más que la arena de los mares” (6, 3). Pero este lamento de Job, no se queda sólo en evidenciar la magnitud de las penas que está sufriendo, sino que de inmediato deja en evidencia a quien él, al menos en ese momento, cree que de algún modo es el causante de las mismas: “Pues las flechas de Shadday están contra mí, mi espíritu bebe su veneno, y contra mí se alinean los terrores de Dios” (6, 4). De este modo, el autor sagrado pone en escena, en apenas tres versículos, los que serán temas de fondo de todo el libro: el sufrimiento injusto y desproporcionado que padece el inocente, y la actitud de un Dios que, en lugar de ser su defensor y protector, parece ser el causante de sus males.
2. Empleo del libro de Job en las tradiciones judía y cristiana:
Antes de entrar en algunos detalles, podemos decir que, en general Job en la tradición judía ha sido uno de los libros más controvertidos, por obvias razones; mientras que en la tradición cristiana Job ha sido uno de los libros bíblicos menos conocidos y no bien comprendidos.
En efecto, para los judíos más ortodoxos Job es un libro que desafía la sensibilidad de la piedad judía al cuestionar, con términos casi blasfemos, principios dogmáticos que ya tenían una larga tradición y peso de autoridad en el pueblo, sobre todo en temas como el del concepto de la justicia de Dios y la consiguiente doctrina de la Retribución. Además, para estos mismos judíos más conservadores, Job no representaría la pureza de la fe y de la moral judías, pues de hecho tuvo muchas influencias de literatura extrabíblica. Claro está que hay también judíos más liberales que han sabido apreciar las riquezas de profundidad teológica contenidas en este libro.
En el ámbito cristiano, tristemente es muy conocido el personaje de Job como modelo de paciencia, muchas veces mal entendida como equivalente a “resignación” (que no es virtud cristiana, ya que muchas veces llega a ser sinónimo de complicidad con las injusticias); sin embargo, el contenido mismo del libro no se conoce. Nos hemos quedado muchas veces con “el forro” del libro, representado en la historieta de aquel hombre bueno que después de perderlo todo, y por no maldecir a Dios, es premiado con creces y termina en abundancia. Ahora bien, aunque ese marco narrativo (la narración popular del santo y paciente Job) es compatible con la doctrina retribucionista que explica la justicia de Dios en términos de premio-bendición para los buenos, y castigo-maldición para los malos; la serie de diálogos, soliloquios, poemas, debates, reclamos, diatribas, etc. que están en el contenido central del libro y donde se demuestra la invalidez de dicha doctrina de la retribución, no ha sido suficientemente estudiada ni apreciada en la tradición cristiana hasta nuestros días. Obviamente, también en esto hay meritorias excepciones.
Hay que decir que, aunque Job es un libro de la Biblia, el personaje Job, en cambio, es patrimonio universal. Incluso antes de aparecer el libro bíblico de Job, existía en otras culturas y civilizaciones antiguas relatos literarios que planteaban cuestiones similares a las de Job. Alonso Schökel y Sicre Díaz, por ejemplo, en su ya clásico estudio sobre Job[2], mencionan algunos precursores del Job bíblico, procedentes de diversos lugares como Egipto, Sumeria o Mesopotamia[3]. Gianfranco Ravasi[4], por su parte, refiriéndose a este tema, menciona un Job egipcio, un Job mesopotámico, un Job ugarítico, un Job de Qumrán, un Job árabe y un Job griego, que pudieron haber servido de inspiración para que llegáramos a tener el Job bíblico con toda su riqueza y profundidad, como acertadamente afirman Alonso Schökel-Sicre Díaz: “El libro de Job es una cumbre de la literatura universal. Como Edipo, Hamlet, don Quijote o Fausto, su protagonista se ha convertido en punto de referencia, prototipo de una actitud ante la vida. Cuando se alcanzan estas alturas parece innecesario rastrear los orígenes del personaje o del tema. Sin embargo, solo comprendemos a fondo una obra literaria cuando la contemplamos en relación con sus predecesoras. El genio absoluto no existe. Hacen falta muchos héroes anónimos para que nazca Ulises, muchos caballeros para don Quijote, muchos amantes para don Juan, mucho encanto y desesperación para la aventura de Fausto. Job no constituye una excepción a esta regla.”[5]
Fijando la atención en la tradición judía, conviene tener presente que Job, como personaje que encarna el prototipo del justo sufriente, es mencionado incluso por el profeta Ezequiel (14, 14), que cita a Noé, Daniel y Job como personajes legendarios que ayudan a entender una novedad en la enseñanza moral del Antiguo Testamento: la responsabilidad personal del comportamiento ante Dios. También la versión hebrea de Eclesiástico 49, 9 menciona a Job, entre los profetas bíblicos[6].
Aunque sería demasiado dispendiosa y árida la tarea de repasar la presencia del libro de Job en las reflexiones y comentarios de la literatura judía antigua y contemporánea, e igualmente en ámbito de autores cristianos, lo que sí se puede y se debe constatar es que estamos ante un libro que ha sido abundantemente estudiado y comentado, a lo largo de todos los tiempos, precisamente por la perenne actualidad de su enseñanza y por la crudeza de sus quejas y reclamos, que representa a la humanidad entera que se cuestiona y busca explicaciones ante los “misterios” de su frágil existencia en este mundo.
Los comentarios de los rabinos judíos recogidos en el Talmud acerca de Job, tanto como personaje que como libro, han sido abundantes pero muy polémicos y discutidos, pues para algunos de ellos, Job es un personaje ficticio y el libro sería una simple fábula; mientras que otros rabinos que aceptan la existencia de Job, no logran ponerse de acuerdo sobre su origen. Sin embargo, las más notables polémicas se suscitan por el mensaje del libro, pues para algunos rabinos sus expresiones son blasfemas, en tanto que otros llegan a considerarlo modelo de judío piadoso pero crítico de su propia religión, y llegan a atribuir la escritura del libro al mismo Moisés. Las implicaciones éticas del libro de Job son las que han despertado las más acaloradas controversias entre comentaristas judíos.
El famoso Maimónides, por ejemplo, en la edad media (s. XII), en el Libro III de la Guía de los Perplejos, dedica dos capítulos (XXII y XXIII) a comentar a Job desde la perspectiva de la Providencia, como una de las características de Dios, y lo propone como modelo de perseverancia en la fe para el pueblo judío, para que evite la tentación de culpar a Dios por las desgracias que se padecen[7]. Uno de los más conocidos y estudiados comentarios exegéticos del libro de Job en la perspectiva hebrea, fue hecho por N. H., Tur-Sinaí a mediados del siglo XX, que hoy sigue siendo citado y tenido como punto obligado de referencia bibliográfica entre los biblistas al estudiar este libro bíblico[8].
Y si es una empresa demasiado ambiciosa y amplia hacer un rastreo del uso del libro de Job en los escritores y pensadores judíos, lo es doblemente entre pensadores y escritores cristianos y de épocas contemporáneas. Basta con citar nombres como Tertuliano, Orígenes, Clemente de Alejandría, Cipriano, San Jerónimo, Juan Crisóstomo, San Agustín, Gregorio Magno[9], Teodoro de Alejandría, Obispo de Mopsuestia, Santo Tomás de Aquino, Fray Luis de León, Víctor Hugo, Shakespeare, Dostoievski, Jung, Sören Kierkegaard, Karl Barth o Paul Ricoeur, sólo por mencionar algunos, pues sería demasiado grande el elenco de autores y personajes que de una u otra manera han citado o comentado el libro de Job[10]. De hecho, las perspectivas desde las cuales se han hecho aproximaciones a Job son tan variadas, que van desde lo estrictamente exegético, espiritual y teológico, hasta lo filosófico, lo psicológico y lo sociológico, pasando por la historia de las religiones, la literatura, el arte, y otras sensibilidades particulares modernas como el feminismo y la teología de la liberación[11].
De esta última perspectiva, amerita mención especial el precioso comentario sobre el libro de Job escrito por el padre de la Teología de la Liberación, el P. Gustavo Gutiérrez, O.P.[12] Su relectura de Job en contexto latinoamericano, resulta particularmente importante en nuestras circunstancias de lugar y de tiempo.
Gutiérrez inicia con una breve alusión a la tarea de la teología en general, considerada como el esfuerzo por pensar el misterio de Dios; un misterio que no puede quedar sólo en la intimidad de la persona, debe ser comunicado a través de un adecuado método que tenga en cuenta la estrecha relación entre la revelación divina y la gratuidad de dicha revelación. Ahora bien, la teología como inteligencia de la fe, ha de partir de la contemplación del misterio y de la práctica de sus implicaciones concretas. No se hace auténtica teología (momento del lenguaje, del hablar de Dios), sin haber hecho primero la experiencia del encuentro personal con Dios y del compromiso que ello comporta (momento del silencio contemplativo y del empeño práctico).
A continuación, el autor aplica lo expresado al ámbito latinoamericano, específicamente al lenguaje y al método de la teología de la liberación, en cuanto que ésta se propone hablar de Dios desde el sufrimiento de tantos inocentes que no sólo deben padecer las injustas situaciones de pobreza, marginación y opresión, sino que además deben soportar el silencio de Dios, no obstante la profundidad y pureza de su fe. De este modo, se encuentra la pertinencia y riqueza del libro de Job, cuya consideración debe iluminar e interpelar, al mismo tiempo, la práctica y la teología cristiana latinoamericana. Job, efectivamente, aparece como un representante de tantos creyentes e inocentes que sufren injustamente y como prefiguración del mismo Cristo. Se justifica, pues, un ensayo de reflexión teológica sobre este libro de la Biblia, en perspectiva latinoamericana.
Gutiérrez deja claro que lo que está en juego en la apuesta inicial del libro es el carácter desinteresado y gratuito de la fe de Job. La integridad de Job es la armonía de rectitud personal e inocencia ante Dios y justicia en su vida social; es un hombre íntegro que cree gratuitamente en el Señor y no a causa de lo que ha recibido de Él. El desafío de Satán consiste precisamente en poner en duda este aspecto, afirmando que la religión de Job es interesada, y por lo tanto sucumbirá ante la prueba y lo llevará a “mal-decir” a Dios tan pronto como se vea privado de los bienes –no sólo materiales- que en la tradicional mentalidad judía constituían signo de la bendición divina. Se revela, pues, la cuestión central del libro: el sentido de la retribución y de la gratuidad de la fe en Dios, y la capacidad de “hablar-bien” de Dios aún en medio de la prueba y del sufrimiento injusto.
La auténtica religión es aquella que conduce a creer y obrar desinteresadamente. Es lo que demuestra Job no obstante la situación límite de cercanía a la muerte, aislamiento, marginación social. Job llega a maldecir el día de su nacimiento, pero no a Dios; se queja de Él y cuestiona su justicia, pero da muestra de profunda entrega y esperanza en Él. Y a pesar de su grito de protesta y de dolor, Job habló bien de Dios. En América Latina este hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente es una realidad masiva que ha dado lugar a una óptica teológica propia.
En Job, la fe verdadera implica compartir el padecimiento de los más desvalidos y evitar la tentación de encasillar a Dios en categorías humanas preconcebidas, partiendo, más bien, del amor gratuito de Dios. La teología que nace de esta auténtica fe debe expresarse básicamente en dos lenguajes complementarios: el lenguaje profético y el lenguaje de la contemplación, como encuentro vital con el Dios de la gratuidad.
En el intento de comprender la acción de Dios en la historia, Job descubre que no es el único en vivir tal situación; se ensancha el horizonte ético de Job al constatar que comparte su sufrimiento con tantos otros inocentes en el mundo, y eleva su voz de denuncia, con tono no menos enérgico al de los más aguerridos profetas bíblicos. La miseria y opresión de muchos no es fruto del mero destino, es obra de la injusticia de unos cuantos malvados que despojan a los pobres e implantan situaciones de muerte, contrarias al diseño del Dios de la vida.
No obstante todo, Job no habla mal de Dios, al contrario, acepta su voluntad, no como acto de resignación pasiva, sino como el fruto de una profunda intimidad y diálogo con Él, que, en todo caso, significó para Job momentos de tremenda rebeldía, queja y confrontación, un verdadero combate espiritual con Dios, a quien primero invoca como árbitro, luego reclama como testigo y finalmente lo reconoce como defensor y liberador. Por eso es una lucha que no elimina, sino que más bien demuestra la fe de Job, que se va acercando, cada vez más, al misterio de Dios y va viendo madurar paulatinamente su esperanza en Él[13].
Las últimas palabras de Job son una manifestación de silencio y aceptación; de reconocimiento humilde de su limitada condición humana, pero no como expresión de resignación sino de fe. Abandona su actitud de queja, confiesa el poder y la misericordia gratuita de Dios y reitera su total confianza en Aquel ante el cual ahora se rinde y se entrega. En definitiva, lo que Job ha percibido es que no se debe limitar el amor de Dios desde una estrecha concepción de la justicia; es la gracia que da sentido a la búsqueda de la justicia, por eso, para acercarse al misterio de Dios no basta la actitud profética, son fundamentales la fe y la gracia. Finalmente, la inocencia de Job quedó convalidada y él, aunque no resolvió todos sus interrogantes, descubrió el camino para encontrar al Señor y para hablar de Él desde el sufrimiento injusto, pero también desde el compromiso, la contemplación y la gratuidad[14].
3. Conclusión: Job y los dramas humanos:
A la luz que cuanto venimos diciendo, podemos empezar a extraer consecuencias y aplicaciones de este tema, a la luz de la fe, en respuesta a la realidad actual de pandemia universal. En efecto, si tanto para el pueblo de la antigua alianza, en cuanto pueblo elegido de Dios, como para el nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia, el libro de Job ha servido de desahogo e inspiración en momentos críticos, en los que la existencia se ve amenazada y puesta al límite, y también la fe tambalea y vacila, seguramente para nosotros hoy también será muy útil releer dicho texto inspirado a partir de cuanto hoy por hoy afronta y padece la humanidad.
La crisis que el mundo entero afronta en estos momentos puede ser ocasión de alejamiento de Dios, a quien sería fácil culpar por permitir esta situación, e incluso habrá quien llegue a considerarla un castigo divino. Y cuando la fe de las personas no es suficientemente madura y profunda, es fácil sucumbir en el desánimo y hasta llegar al rechazo de todo discurso religioso. Por eso es que los creyentes debemos interpretar y asumir estos momentos más bien como oportunidad de crecimiento y maduración en la fe. Eso fue lo que hizo y enseñó Job. Renació desde el drama de su dolor y de su prueba injusta. Readquirió una nueva fe, hecha de gratuidad y abandono. Ese es el desafío para nosotros, hoy más que nunca: superar mentalidades retribucionistas, que muestran una miope comprensión de la justicia divina, y hacer procesos de purificación de la fe, hasta poder llegar a decir con Job: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora sí te han visto mis ojos.” (Job 42, 5).
Antes de concluir, es inevitable hacer una referencia a Cristo. En efecto, el drama sufrido por Job es anticipo y prefiguración del misterio pascual del Señor. Y las luces de esperanza y de respuesta a sus profundos cuestionamientos que alcanza a percibir Job desde el crisol del dolor, preparan el camino para la luz verdadera que aporta Cristo muerto y resucitado a los dramas humanos en todo tiempo y lugar. Es por eso que hoy también, en medio de la prueba de la pandemia universal que padecemos, lo mejor que podemos hacer es volver la mirada a Cristo, y encontrar en su cruz, en su clamor y en su victoria sobre la muerte, la más grande motivación para renovar nuestra esperanza cristiana, que no falla ni defrauda (cf. Rm 5, 5).
Y este es el feliz anuncio que debemos comunicar a nuestros hermanos, hoy más que nunca, pues “Como dice San Gregorio el Grande en su comentario de Job, el clamor de Jesús no será oído «si nuestra lengua calla lo que nuestra alma ha creído. Pero para que su grito no sea ahogado en nosotros, ¡que cada uno –según su capacidad– haga conocer a aquellos que tiene cerca el misterio que le hace vivir!». Ese misterio es el que proclama el Hijo de Dios muerto y resucitado, y que nosotros reconocemos cuando su Espíritu nos hace decir: «Abba, Padre» (Gal 4, 6).”[15]
Por eso, ¡comienza desde ya a poner en práctica estos consejos o sugerencias para tener una muy buena salud psíquica! De esta manera serás “profundamente humano” y estarás, al mismo tiempo, por el camino del Evangelio de Jesús.
Por: P. Danilo A. Medina L., ssp
Recibe nuevo contenido directamente en tu bandeja de entrada.
Sigue mi blog
Encuentra nuestros libros recomendados en:
[1] Este aspecto contestatario (sapiencial y profético) del libro de Job, lo pone en evidencia en su breve comentario: MAGGIONI, B., Job y Cohélet. La contestación sapiencial en la Biblia, DDB, Bilbao, 1993. En esta misma perspectiva, puede también verse: BONORA A., Il contestatore di Dio, Torino, 1978, y MEDINA D. A., ¿Dios Tolera las injusticias? Aproximación exegética a Job 24, 1-12, San Pablo, Bogotá, 2016.
[2] Cf. ALONSO SCHÖKEL, L.-SICRE DÍAZ, J.L., JOB, Comentario teológico y Literario, Cristiandad, Madrid 1983, pp. 23-35.
[3] Se puede confrontar también el breve comentario a este respecto, bajo el título “paralelos extraisraelitas” de Job, en MORLA ASENSIO, V., Libros sapienciales y otros escritos, IEB, 5, Ed. Verbo Divino, Estella-Navarra, 2ª Ed., 1998, págs. 155-157.
[4] Cf. RAVASI, G., Giobbe. Traduzione e commento di Gianfranco Ravasi, Ed. Borla, Roma 1991, pp. 130-160.
[5] ALONSO SCHÖKEL, L.-SICRE DÍAZ, J.L., JOB, Comentario teológico y Literario, p. 21.
[6] Cf. MORLA ARSENSIO, V., O.C., pág. 168, y la notas a pie de página de la Biblia de Jerusalén.
[7] Cf. https://filosofiapuntes.blogspot.com/2018/10/maimonides-guia-de-los-perplejos-libro_43.html
Consultado el 9 de julio de 2020.
[8] TUR-SINAÍ, N. H., The Book of Job. A New Commentary, 2ª Ed. Jerusalén, 1967.
[9] Sobre la presencia de Job en los comentarios de los Santos Padres, cf. RAVASI, G., Op. Cit., págs. 170-180.
[10] ALONSO SCHÖKEL, L. – SICRE DÍAZ, J.L., en su obra ya citada ofrecen una buena lista de obras y estudios sobre el libro de Job, incluso con una valoración especial de cada uno de esos escritos. Cf. Op. Cit., págs. 83-90. Y, por su parte, RAVASI, G., en su famoso y extenso comentario, dedica también un buen número de páginas a evidenciar la presencia de Job tanto en autores clásicos, como en los contemporáneos, no sólo en ámbitos de la teología y la exégesis, sino también en la filosofía, la psicología, las artes, etc. Cf. págs. 185-274.
[11] MORLA ASENSIO, V., Op. Cit., págs. 166-179.
[12] GUTIÉRREZ, G., Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, Ed. Sígueme, 5ª Ed., Salamanca, 2002.
[13] Para este tema específico, puede verse: MEDINA, D. A., ¿Dios Tolera las injusticias? Aproximación exegética a Job 24, 1-12, San Pablo, Bogotá, 2016.
[14] DUMOULIN, P., Job, un sufrimiento fecundo, Ed. San Pablo, Bogotá, 2001, ofrece unas claves breves y sencillas, pero al mismo tiempo muy profundas y pertinentes para interpretar el libro de Job en perspectiva de la espiritualidad cristiana.
[15] GUTIÉRREZ, G., Op. Cit., pág. 225.
ÚNETE A NUESTRA LISTA
Suscríbase a nuestra lista de correo y reciba todas las actualizaciones en su bandeja de entrada de correo electrónico.
Deja una respuesta