El padre Alberione se ha ido. Regresó a su verdadera casa. Allá nos espera. Su vida se apagó en un lento y profundo holocausto. Se fue en silencio como vino. Vivió en un abismo de contemplación forjando nuestra eterna misión: traducir las verdades divinas en letras, en imágenes, en ondas y en sonidos… Fue su inmortal herencia.