En todos los tiempos, los predicadores del Evangelio han tenido dificultades y han sufrido persecuciones y así ha sido a lo largo de la historia.
El evangelio de este segundo Domingo, nos presenta a Jesús resucitado, no es un fantasma, porque los vestigios son visibles, las llagas son muestra que está vivo.
La Iglesia nos ofrece la excelente oportunidad de celebrar los misterios de la salvación realizados por Cristo en los últimos días de su vida.