Cuando hacemos una travesía y el viaje es largo, los momentos previos son emocionantes. Empacamos, no muchas cosas, pero lo que llevamos lo hacemos cuidadosamente, “pensando” en lo que podemos o no llevar en nuestra maleta. Cuando estamos en el aeropuerto, hay un momento de espera intenso, de “reflexión”, de “evaluaciones”, de “planeación” y cuando ya subimos al avión, nos dicen que hay que “poner los dispositivos electrónicos en MODO AVIÓN”, disfrutamos del viaje y llegamos a buen destino.

La experiencia a la que el Papa Francisco nos ha convocado tiene elementos semejantes. En efecto, la Iglesia ha entrado en la preparación del Proceso Sinodal 2021-2023 que tendrá momentos tan especiales a nivel de las Iglesias locales, como los procesos de escucha parroquiales y diocesanos, hasta llegar al nivel de la Iglesia universal en la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre del 2023. El Proceso tendrá un camino de diálogo, reflexión y oración con la participación de todo el Pueblo de Dios. Al respecto, recordemos que el Concilio Vaticano II trazó el camino para que se redescubriera un aspecto relevante en los primeros siglos del cristianismo, es decir, una Iglesia entendida como Pueblo de Dios, Icono de la Trinidad. Una travesía a la que el Santo Padre Francisco, con su estilo característico, nos ha invitado en reiteradas ocasiones: «prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (Evangelii Gaudium, 49).

Como en la imagen anterior, este tiempo debemos aprovecharlo para ponernos en “MODO VIAJE”. Los grandes cambios que necesita la Iglesia del siglo XXI solo se pueden realizar si nos ponemos en “MODO SÍNODO”, es decir, asumiendo con “determinación” – utilizando las palabras de Santa Teresa de Jesús –, la tarea de “encarnar” en cada uno de nosotros lo que significa la SINODALIDAD, a través de tres realidades fundamentales: la comunión, la participación y la misión. En el fondo esto es “vivir trinitariamente”, según el modo como nuestro Dios, Uno y Trino, ha revelado su amor en la historia, y cómo desea que la Iglesia sea expresión concreta de ese Amor. En palabras del Cardenal Raniero Cantalamessa:

La Trinidad es el modelo de toda comunidad humana, desde la más sencilla y elemental, que es la familia, a la Iglesia universal. Muestra cómo el amor crea la unidad en la diversidad: unidad de intenciones, de pensamiento y de voluntad.

Que al atravesar este camino lleguemos renovados y podamos comunicar la fe y la buena nueva del Evangelio a través del testimonio de comunidades que se aman verdaderamente, que esperan en el Dios de la vida y que su fe les hace gritar juntos: ¡Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria, por los siglos, de los siglos! Amén.

Por:Pbro. Gerardo Martínez Salamanca  
Tomado de Sinodo.cec.org.co

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