En sus palabras recordaba lo dicho por san Juan Pablo II: “ninguna criatura humana puede vivir sin amor”, lo que le lleva a afirmar que “podemos vivir sin muchas cosas, pero el amor es constitutivo de nuestra vida”. Algo presente en la Biblia, que “se abre con esta creación de la comunión íntima de vida y amor que es el matrimonio, el amor del hombre y la mujer, y se cierra con las bodas del cordero con la Iglesia”.

Una historia atravesada por la fidelidad

Se trata, afirma el obispo de san Isidro de “recorrer una sola historia y esa historia está atravesada por la fidelidad”. Según él, “la fidelidad es el amor que a través del tiempo no sólo permanece, sino que va creciendo”, lo que define como “el gran valor de la sagrada Biblia”. Esa fidelidad brota de Dios y está unida a la misericordia, “la fidelidad como una roca segura en la cual el otro puede apoyarse y puede ser sostenido por esa fidelidad, pero al mismo tiempo el perdón y la misericordia forman parte de esa fidelidad”.

El obispo argentino afirma que “no sólo es un valor bíblico”, recordando la historia del personaje de Ulises, que en la Odisea de Homero “se ata al mástil del barco para no ser seducido por las sirenas y poder regresar a su amada Penélope que lo espera”. Por eso, insiste en que “este era un valor consensuado por la humanidad y lo sigue siendo”.

Fidelidad y misericordia

“Cuando se rompe la fidelidad siempre es un dolor muy grande y el Señor tiene tanta consideración con la posibilidad de que esto se rompa que continuamente nos habla de la misericordia”, recuerda Mons. Ojea. Por eso recuerda escenas en las que Jesús muestra su misericordia: con la adúltera, con la samaritana. Según él, “siempre hay una mirada de Dios cuando esto no se puede sostener”.

Por eso dice en el Evangelio, recuerda el obispo: “debido a la dureza del corazón de ustedes, Moisés les permitió el divorcio”. Según él, “esa dureza del corazón también forma parte de nuestra fragilidad”, lo que le lleva a afirmar que “por eso el Señor Jesús en el Evangelio siempre va a tener una mirada misericordiosa cuando se falla en la fidelidad, porque esto también es humano y a esta realidad también hay que acompañarla”.

Finalmente, llama a que “pidamos al Señor y a la Virgen que nos mantenga fieles, no hay alegría más grande y más hermosa que mirar a lo largo de la historia todo un camino de fidelidad que va creciendo, es el gran regalo de la vida”. Para el obispo, “esa fidelidad que nos hace ser a imagen y semejanza de Dios, un Dios que es amor y nosotros somos imagen de ese Dios que es amor y al que tenemos que imitar”.

 Tomado de: Prensa CELAM
   

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