Guías Homiléticas
5 septiembre / XXIII Domingo Ordinario	
/ Is 35, 4-7a / Sal 145 / St 2, 1-5 / Mc 7, 31-37 
Del Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.


Palabra del Señor

El mensaje se dirige a los hebreos que retornan de la durísima experiencia del exilio en Babilonia, cuyo corazón flaquea ante la empresa de restaurar la nación destruida, ello por el caminar humano que se ve acompañado de Dios, el único que puede restaurar y salvar. El profeta Isaías es el profeta de la consolación. El pueblo en medio del dolor que ha generado el destierro, necesita de una voz de aliento y esperanza, por eso el profeta los invita a tener valor a que «no tengan miedo», es necesario confiar en Dios pues él va a salvar a su pueblo de la esclavitud. Cuando venga el Mesías establecerá un orden nuevo de libertad y abundancia para todos. La venida del salvador transformará el desierto en paraíso. Todas las enfermedades serán curadas.

El profeta evoca con sus palabras el recuerdo de la tierra de Palestina con sus riquezas naturales, torrentes y manantiales, una tierra fértil y espaciosa, un paraíso o una tierra prometida, que les espera después del exilio, a la que regresarán como en un nuevo éxodo. En esta tierra se volverán a instaurar y reconstruirán el Templo, la ciudad y la historia. Y vivirán en plenitud, llenos de vida y salud, con sus órganos de los sentidos completos, capaces de percibir lo que está pasando a su alrededor.

La carta de Santiago

Es un reclamo fuerte a la fraternidad. El que hace distinción de personas en la asamblea, es decir, en la celebración litúrgica, no puede ser cristiano. Santiago en su carta nos habla de diferencias y desigualdades en el interior de la misma comunidad. ¿Cuáles son nuestras diferencias y desigualdades en nuestras comunidades? ¿Muchas de ellas serán por falta de conversión?

Los males del hombre son los males de la humanidad que ha sufrido dolor y sigue sufriendo a lo largo de la historia Recordando el domingo pasado, el mal no viene de fuera sino del corazón del hombre. Recordemos que en el Antiguo Testamento los males que sufría el hombre se interpretaban como un castigo de Dios por sus pecados. Tanto las desgracias individuales (como las enfermedades, la ruina económica, la muerte violenta…; véase Jue 9,56; 2 Re 15,5) como las colectivas (hambre, epidemias, sequías, inundaciones, desastres políticos y militares; véase, por ejemplo, Nm 14,40-45; Jue 3,7-8.12-14; 4,1-2; 6,1; 2 Sm 24,1-15; Is 24,1-12; 40,2; Sal 106) eran consideradas como la señal de que Dios había vuelto la espalda a su pueblo. También en el evangelio la enfermedad es consecuencia del pecado, pero no del pecado personal, sino del pecado social. Esto es: las enfermedades que aparecen en los evangelios representan los males que sufren los hombres por culpa de una sociedad injusta, organizada en contra del plan de Dios. La sordera es una de estas enfermedades. A través de la curación y liberación de sordo y mudo (habría que observar el término «tartamudo», que designa, en el plano narrativo, a un individuo que no habla normalmente, en el plano representativo alude al hablar de los discípulos, que transmiten un mensaje contrario al de Jesús) se tiene la finalidad de señalar el momento presente en que Cristo salva, es decir abrir a la fe en Cristo. Hoy su palabra Effeta (¡abrete¡) nos quiere señalar su propósito de su mensaje, liberar al hombre, sanar al hombre, curar al hombre, restaurarlo por dentro… que no es otro que él actúa a través de la palabra, cuando a la par de los signos de tocar los oídos y la lengua de aquel hombre, pronunciada a través de su palabra es para expresar que él sigue actuando en nuestra historia, en el hoy del hombre y que la Iglesia actualiza esa palabra en la historia del hombre oprimido que necesita liberación de toda opresión.

¿Cuál es el obstáculo principal?

El obstáculo es todo aquello que les (nos) impide el seguimiento y que deben (mos) superar: comportamientos demasiados humanos como discriminación, acepción de personas, la incompatibilidad entre identidad cristiana y relaciones mundanas… ahí hoy como una continuidad con el evangelio del domingo pasado, la incongruencia o la hipocresía o la incoherencia entre lo fe y vida, pero hoy es un llamado de atención a los pequeños y necesitados como imperativo que no podemos olvidar. ¿Quiénes lo llevan a Jesús? El sordo tartamudo no se acerca a Jesús por propia iniciativa ni pide la curación; como en otras ocasiones (1,30.32; 6,54s), son unos sujetos anónimos quienes lo llevan a Jesús. En la tradición profética, la sordera o la ceguera son figura de la resistencia al mensaje de Dios (Is 6,9; 42,18; Jr 20-23; Ez 12,2); también es incomprensión y resistencia (ya vimos los obstáculos) pero aquí son otros los que sienten pena o vergüenza o se lamentan de esa situación y buscan al Señor.

Cambiar la mentalidad

Jesús primero actúa sobre el oído, para cambiar la mentalidad. El pasaje indica que los discípulos, al entrar en contacto con gente de otros pueblos (orilla pagana del lago), muestran total cerrazón a todo lo no judío. Jesús le aplica la mano, como gesto que simboliza la transmisión de la fuerza vital; esto bastaría para cambiar la situación. ¿Cómo actúa Jesús? Para actuar con el sordo, Jesús lo separa de la multitud, es decir del numeroso grupo de seguidores que no proceden del judaísmo (7,14); no quiere involucrar a éstos en las dificultades que afectan al grupo israelita. La acción de Jesús es doble, conforme al doble defecto del hombre: Primero parece perforarle los oídos (le metió los dedos), indicando que, a pesar de la resistencia que presentan los discípulos, es capaz de hacerles llegar el mensaje del universalismo. Luego, le toca la lengua con su saliva; para interpretar este gesto hay que tener en cuenta que, en la cultura judía, se pensaba que la saliva era aliento condensado; la aplicación de la saliva significa, pues, la transmisión del aliento / Espíritu. A la comprensión del mensaje de Jesús (oídos) debe corresponder su proclamación profética, inspirada por el Espíritu (lengua). (Cfr. J. Mateos – F. Camacho, Marcos. Texto y Comentario, Ediciones El Almendro, Córdoba)

Sin embargo, Jesús ha pedido callar el hecho, es una actitud desconcertante, pero ordena a dos cosas:

Invitar a los creyentes a ir más allá del signo, y entrar en comunión no con lo maravilloso sino con Aquel que es fuente de vida.

Evitar un apresuramiento superficial que haga del Señor uno que hace milagros físicos, o quizás uno a la medida de los mesianismos deseados, perdiéndose con ello el verdadero rostro del Dios que compromete las existencias todas y no sola capacidad de asombro y entusiasmo pasajeros.

Aporte pastoral

Nosotros debemos ser presencia de Cristo en el mundo, la cuestión es a no quedarnos solo en el milagro, en el signo, sino ir más allá de nuestro horizonte limitado, debemos saber que nuestro compromiso espiritual es extender su reino, su liberación de todo aquello que disminuye al hombre que no lo dignifica, que lo humilla y lo oprime, que no lo deja ser libre.

Por: Pbro. Wilson Javier Sossa López, cjm 
Sacerdote Eudista

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