Los acontecimientos sociales desencadenados desde abril forzaron una pausa en las reflexiones sobre la familia, con ocasión del 5º aniversario de haber sido publicada la Exhortación Apostólica: La alegría del amor (Amoris laetitia), del Papa Francisco.

Habíamos abordado hasta entonces 4 capítulos de la Exhortación. Propongo continuar con el 5º que tiene por título: amor que se hace fecundo (nn. 165-198). Partiendo de la premisa de que “el amor siempre da vida”, el papa recuerda que el amor de la pareja no se agota en ella misma sino que va más allá.

  • Los hijos

«La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios». El don de la paternidad y la maternidad se descubre también es un camino para redescubrir el amor de Dios, pues en los hijos se encuentra «la belleza de ser amados antes» y así sucede también con Dios, que toma la iniciativa en amarnos.

Además de los hijos deseados, amados y acogidos, duele constatar que muchas personas rechacen a los hijos, los abandonen, o les roben su infancia y su futuro. Ante estas circunstancias, de niños que no son bien recibidos por sus padres y que evidencian relaciones de pareja marcadas por las heridas personales, el Santo Padre invita a abrirse con confianza al don que ellos significan y asumir la responsabilidad de acompañarles en su proceso de vida.

Otra circunstancia es cuando no llegan los hijos. Aunque la ciencia hoy ofrece alternativas (la mayoría de ellas éticamente muy cuestionables), el Papa Francisco recuerda la opción (siempre vigente): «quiero alentar a quienes no pueden tener hijos a que sean magnánimos […] parar recibir a quienes están privados de un adecuado contexto familiar». Es la alternativa de la adopción.

  • Los ancianos

La familia también debe defender el espacio a que tienen derecho los adultos mayores, evitando relegarles a condiciones de vida indignas e indignantes. En este sentido, el Papa recuerda el clamor del anciano que teme ser olvidado y despreciado: «No me desprecies ahorra en la vejez, me van faltando las fuerzas…» (Salmo 71,9).

El Sumo Pontífice alienta a cultivar el sentido de gratitud, aprecio y acogida que haga sentir al anciano parte viva y activa de la familia y de la comunidad. Y nos comparte su sueño: «¡cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos!».

  • La familia grande

Por último, el Papa recuerda que la familia es constructora de comunidad: familiares cercanos, amigos, vecinos y vecinas, tejiendo vínculos sociales y comunitarios que aportan a una mejor sociedad.

 Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro
  Obispo Diócesis de Pasto

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