La pandemia del COVID-19 se expandió de modo veloz a nivel global, al mismo tiempo que “América Latina y El Caribe se ha convertido en una de las zonas críticas” (Comisión Económica para América Latina y El Caribe, CEPAL). Por su parte, el Papa Francisco, en el momento extraordinario de oración del 27 de marzo de 2020, al hablar de la pandemia y la tempestad que desató dijo: “desenmascararon nuestra vulnerabilidad y dejaron al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”, mostrándonos también “cómo habíamos abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”. Si bien es cierto que en la pandemia todos nos hemos sentido frágiles y desorientados, es igualmente cierto que las personas que viven en pobreza y pobreza extrema han sido y son las más afectadas.

En nuestra región la pandemia ha develado con mucha fuerza los graves problemas que sufrimos desde hace décadas: la gran desigualdad de ingresos en nuestras sociedades, las condiciones insalubres para una vida digna, el difícil acceso a servicios de salud y educación de calidad, la imposibilidad de agua potable, alcantarillado y electricidad, así como el problema de la discriminación y exclusión de millones de personas. Estas y otras desigualdades sociales exponen a los pobres a mayores riesgos de contagio, por ejemplo, a causa de la falta de agua, les es muy difícil practicar las medidas sanitarias como el frecuente lavado de las manos. Además, la mayoría de los pobres en las zonas urbanas vive en condiciones de gran hacinamiento, resultándoles difícil respetar el distanciamiento social requerido para prevenir los contagios. La pandemia marca una pausa y un cambio de época, poniéndonos finalmente frente al reto de dar pasos concretos y de modo decidido hacia una “valiente revolución cultural” (LS 114), es decir, una gran transformación de nuestra cultura hacia un modo de vivir que sea sostenible en lo ecológico, social, económico, político y cultural. La palabra que Dios dirigió en el entonces al pueblo de Israel, la dirige hoy a nosotros: “les doy a elegir entre la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida a fin de que vivas tú y tu descendencia” (Dt 30, 19).

 Fuente: DOCUMENTO PARA EL CAMINO “hacia la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe”
  

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