La cuestión sobre el “quehacer pastoral” es una pregunta siempre presente en la vida y el camino de las comunidades parroquiales, sobre todo si estas son conscientes que algunas veces no consiguen responder adecuadamente a las exigencias de la sociedad actual.

Interpelados por la instrucción de la Congregación para el Clero del 20 de julio de 2020: “La conversión pastoral en la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”, dejémonos provocar. Es un hecho que las situaciones que se viven actualmente representan una preciosa ocasión para la conversión pastoral en sentido misionero. Luego, ¿qué se le pide a la comunidad parroquial? A esta se le pide que:

1-Atienda el llamado a la conversión.

En esta ocasión la comunidad parroquial es vista como un “sujeto” a la que la experiencia del Evangelio la llama a una decidida acción misionera orientándose a un estilo de vida caracterizada por: la comunión y la colaboración, el encuentro y la cercanía, la misericordia y la solicitud. La conversión le pide “salir constantemente”, así como lo hizo el Pueblo de Israel, Jesús y la Iglesia en sus inicios. Una comunidad parroquial en salida se hace cercana a las alegrías y a los sufrimientos de las personas: una llamada telefónica, una visita espontánea, un café con los que se quieren esposar, una visita familiar a quienes tocan las puertas de la Iglesia en orden a recibir los sacramentos, una oración con los divorciados vueltos a casar…

2- Sea “CASA” en medio de las “casas”.

Lejos de reducirse a un mero complejo físico, la parroquia debe tener presente siempre su “origen”: el Evangelio, desde sus inicios, echó raíces en medio de las familias que acogieron la semilla de la Buena Nueva y que pronto se convirtieron en iglesias domésticas. Los personas no buscan estructuras frías sino “casa” y todo lo que esta realidad representa antropológicamente. La casa está estrechamente ligada al pan; las personas no solo tienen hambre de conocimiento sino de experiencia; ellas buscan la experiencia de la Palabra de Dios que hace “arder” los corazones que caminan (lectio divina, formación a través de itinerarios mistagógicos que afecten la existencia) y la experiencia del “pan” que se comparte y nos hace hermanos (un café con el grupo de profesionales, un bingo con el grupo de jubilados, una cena con los padres de familia, un ágape con los grupos parroquiales, una jornada de trekking con el grupo juvenil y la acción caritativa con los más pobres… acciones que ayudarán a valorar la cotidianidad.

3- Celebre siempre la vida.

La alegría del Evangelio capacita para descubrir el rostro de las personas y leer con delicadeza cada una de sus historias. La comunidad parroquial celebra la vida desde la concepción hasta la muerte: una tarjeta de cumpleaños, un mensaje de felicitación, la celebración de los cumpleaños, compartir una copa de vino con quienes celebran aniversario de su fidelidad matrimonial, una visita o llamada de pésame, la visita a los enfermos y ancianos… ¿acaso estos sencillos gestos no hablan de una comunidad que custodia y celebra la vida?

4- Ayude a redescubrir la vocación de cada bautizado.

a ser discípulo de Jesús y misionero del Evangelio que se traduzca en un testimonio coherente de vida evangélica. Cada bautizado es protagonista activo de la Evangelización. La vida cristiana no es un “cúmulo de normas a “seguir” ni mucho menos una ideología a aprender, es un permanente seguimiento de Jesucristo que va transformando la vida y le da sentido a la existencia. La promoción humana debe ser siempre vista como un territorio que Dios habita porque el servicio al hombre es servicio al Reino.

5- Camine hacia una nueva experiencia de parroquia.

Por mucho tiempo el concepto de territorio se reducía a unos límites geográficos. Hoy se le exige ir más allá de esta concepción. Hoy el territorio debe ser entendido como “contexto” ya que el fenómeno de la movilidad y la cultura digital han dilatado los confines de la existencia. Si la comunidad parroquial quiere evangelizar en la sociedad actual debe ir al territorio “existencial” de las personas. Por esto, si la evangelización está vinculada a la calidad de las relaciones humanas, la comunidad parroquial debe favorecer la “cultura del encuentro” (contexto que promueve el diálogo, la solidaridad y la apertura a todos, exaltando la centralidad de la persona) y desarrollar el “arte de la cercanía”, que favorezca siempre “el estar juntos”.

6- Sea capaz de leer los signos de los tiempos.

Asistimos a una “época de cambios” en la que se lleva a cabo la transformación en la percepción del espacio y del tiempo; el vertiginoso desarrollo de la tecnología nos advierte de la modificación en el modo de pensar y la comprensión que el ser humano tendrá de sí mismo y de la vida social. A la modificación de la concepción del hombre debe sumársele la modificación de la concepción de la comunidad.

7- Sea capaz de hablar el lenguaje digital.

La pandemia que vivimos en el mundo ha dado la oportunidad de realizar un grande laboratorio eclesial. Gracias a los medios de comunicación digital se pudo mantener una comunicación, poco habitual, al interior de las comunidades parroquiales; en otras palabras, los medios digitales se convirtieron en la única forma de comunicación posible facilitando la interacción y asegurando el mínimo de la relación comunitaria y vida eclesial: celebraciones, oraciones virtuales, formación.

Esta enfermedad, que golpea a todos los continentes y que ha dejado claro la prevalencia del discurso científico sobre el religioso, ha obligado a la Iglesia a medirse con las tecnologías y los lenguajes de la comunicación, tomando conciencia de la posibilidad que ofrece para la evangelización. Los medios digitales no deben ser vistos como antagonista sino complemento en su quehacer misionero.

Hay sectores que todavía ven los medios digitales como algo inútil o pernicioso. La televisión, la radio, el sitio web, la página de Facebook, los canales sociales y diversos chat no son algo superfluo; el confinamiento nos ha dicho que los “frikis” son personas valiosas dentro de la comunidad parroquial. ¿Por qué no lanzarnos a pensar que estos son los nuevos ministerios dentro de la comunidad parroquial que quiere dialogar con la sociedad actual? (cfr. Nuevas formas de ministerialidad, de anuncio de la fe y del testimonio de la caridad, 39).

La interacción digital no ha desvanecido sino incrementado el deseo de participar en primera persona a la vida de la comunidad con el fin de suscitar y fortalecer las relaciones interpersonales. Ahora bien, surge otro interrogante, ¿una Iglesia que habla el lenguaje digital concibe su quehacer evangelizador como la reproducción virtual de las modalidades usuales de su actual eclesial? ¿Cómo hacer que quien se encuentre en casa no sea mero espectador sino que tome parte en la celebración? ¿Cómo hacer eficaz –claro, creativo, interactivo, sintético- un encuentro de catequesis realizado vía web?

Urge, entonces, una pastoral digital. Es necesario imaginar y experimentar modalidad de oración, de compartir y de asociación; hay que valorizar la potencialidad interactiva que hoy resulta técnicamente posible. Hay necesidad de discernir otros ministerios dentro de la comunidad parroquial.
En una sociedad que se impone cada día más todo los que es “e” (e-commerce, e-learning, e-banking), la comunidad parroquial debe hacerse la pregunta por la e-praying y la e-community. Una respuesta hecha acción será signo de la renovación de nuestra praxis pastoral.

P. Saúl Nicolás Duque García


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