En el tiempo de Pascua resonará varias veces esta frase: “Alégrense” (Mt 28, 9). Y añade el Papa Francisco en el libro La vida después de la pandemia: “Resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, al sufrimiento, a la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo… fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor”.


Ante situaciones como las que seguimos viviendo por causa de la pandemia, pero también de otras pandemias como las guerras, la inseguridad en las calles, la muerte de líderes sociales, las nuevas ideologías que atentan contra los valores fundamentales de la vida, las dictaduras comunistas en muchos países latinoamericanos, tenemos dos opciones: sentarnos a llorar o ponernos en camino. Muchos hermanos y hermanas no se conforman con quedarse sentados en la casa esperando a ver qué pasa, sino que se ponen “en camino” como las mujeres de Jerusalén; en acción, para tratar de hacer algo por la humanidad y sobre todo, por servir a muchos hermanos que necesitaban de nuestra esperanza. La esperanza hay que construirla, así como los sueños hay que ponerle alas: las alas de la disciplina, de la constancia, del saber proyectar…tener esperanza no es sentarse en una poltrona a desear que todo se resuelva mágicamente.

Tener esperanza es “ponerse en camino”, empezar a actuar, no dejarse derrotar por los obstáculos.

En el libro La vida después de la pandemia dice el papa Francisco: “Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos… Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido”. Por tanto, esta nueva era de solidaridad no se puede perder y cada uno debe asumir su responsabilidad dentro de la nación que le correspondió vivir y poner su máximo esfuerzo porque aún quedan muchos retos por delante y quizá nos tomemos todo este año para tratar de mitigar en parte el impacto que esta crisis humanitaria está dejando. Como dice el Papa en el texto ya citado: “este es otro tipo de contagio, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia”. Todo corazón humano espera su sonrisa, su buena actitud, su atento saludo… sólo eso ya transforma.

Después de lo que hemos vivido no deberíamos tener miedo de aventurarnos por nuevos caminos y proponer soluciones innovativas en la Iglesia. El Beato Alberione nos decía: “Usen los medios más rápidos y eficaces para hacer llegar a la humanidad la Palabra de Dios”. Es el tiempo de la esperanza, de la creatividad, de la innovación que se puede vivir a a partir de esta frase: orar, actuar y transformar.


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